miércoles, 18 de febrero de 2009

La politica NO es una mala palabra

Siempre vemos de la política su lado oscuro y reprochable, como el tráfico de influencias, la insensibilidad hacia la injusticia, la obsesión por el poder, como un fín en sí mismo. Y esto existe, es innegable, y nos afecta día a día, pero, también tenemos que recordar que la política NO es sólo eso, sino que mucho más.
Entonces, ¿qué es?. Y te digo ES TODO. Hace ya más de 2500 años que el hombre intenta vivir políticamente, y esto es así porque lo que quiere es mejorar las condición de sus existencia como ser social. Tampoco vamos a decir que una sociedad donde se hace política es perfecta, pero SIN política es peor, porque es el reino del más fuerte, la sumisión humillante y una gran cuota de sufrimiento.
Intentar hacer política forma parte de nuestro esfuerzo por vivir de forma civilizada.
Las plantas y los animales, para dar un ejemplo, son algo natural, en cambio, la política es algo artificial, resultado del esfuerzo creador que se alimenta de ideas, de tradiciones y de procesos de experimentación en el que ponemos a prueba toda una serie de propuestas y soluciones. Es una obra compleja y sofisticada, obra colectiva de sociedades que decidimos vivir políticamente. Y éste es el desafío al que te invito, a conocer al lado noble de la política, de lo admirable, de que se convierte en el mejor anticuerpo contra las maniobras sucias y aquellos que intentan manipularnos. Porque la política NO es la causa de la imperfección humana, sino el mejor método que tenemos en nuestras manos para lidiar con sus efectos sobre el bienestar común.
Ahora bien, a lo largo de la historia hemos pasado del realismo filosófico de los antiguos al realismo político de derecha o de izquierda. Es así que ha discurrido el vivir en sociedad, de pasar de sociedades colectivas al individualismo liberal o su contrapunto el socialismo científico o utópico. Hemos convertido a la política en un discurso autónomo, secularizado, pragmático, refiriéndose casi exclusivamente a conseguir y mantener las estructuras de poder, cosa que evidentemente ha entrado en crisis, porque la sociedad pide un cambio, que ni ella tiene en claro, pero que no podemos hacer la vista a un lado de que existe esa crisis, y que no sabemos cual está primero, si la crisis social o la de valores, pero lo que se perfila y se visualiza es el requerimiento del ciudadano, de la gente común,es una vuelta a la fase valorativa de lo político.
En su forma clásica, la política, desde Nicolás Maquiavelo, es una instancia autónoma del poder por el poder, y esta forma de entender la política implica una crisis, y que sólo se puede salir en volver a conectarla con lo axiológico, cuyo camino es distinto, que, sumado a una dosis de realismo críticos, pueda mostrarnos un camino diferente que haga del poder y la lucha por conseguirlo, NO un objetivo supremo, sino un medio en función de alcanzar el bienestar de la mayoría.
La moralización de la política es reflejo de la moral colectiva, por lo tanto, si en una sociedad prevalece la creencia de que el poder es arbitrario por naturaleza y se acepta como natural o lógico que aquellos que lo ejercen, se abusen, se enriquezcan, favorezcan a sus amigos o persigan adversarios, no podrá jamás esperarse que la política sea ejemplo de moralidad.
Hay mucho de hipocresía, o falsedad en la realidad que nos toca vivir. Los valores que se proclaman, no se respetan en la vida cotidiana. NO es vivir en la verdad con contentarse con anunciar medidas macroeconómicas, mientras al mismo tiempo se silencia la escandalosa desigualdad en la distribución de los ingresos, o se inunda una ciudad de barro por imprevisión y desidia, sumado a la miseria generalizada en que están los sectores marginales de todo el país.
NO es justo un mundo donde grandes sectores de la población no tienen acceso a la salud, a la vivienda, a la educación y al trabajo.
¿Y nosotros? El individualismo consumista prevalece cada vez más, y marchamos como robots, cada uno encerrado en nuestro pequeño mundo, del cual nos sacan de esa siesta eterna, sólo las grandes catástrofes naturales, las epidemias o las guerras.
Tenemos que reforzar la idea en nosotros de que un funcionario público, mal llamado “político”, es una persona que no tiene dos vidas, y por lo tanto, no tiene una moral pública y otra privada, sino que es un servidor público, que desempeña un cargo en el cual representa una función en beneficio del Estado y de todos.
No nos hagamos los tontos, que todos sabemos que al ciudadano pobre, al “negro”, que acude a un servicio público, admite casi como natural que se lo postergue, se lo atienda mal o directamente no se lo atienda.
Y así vemos, como el clientelismo o el caudillismo (la palabra Lole no les suena????), erosionan el concepto de ciudadanía y favorecen una cultura de la ilegalidad, la informalidad, el favoritismo, la excepción, Es por ello que nuestras elites, y también muchos sectores populares, no sientan la necesidad de desarrollar una sociedad igualitaria, participativa y que delibere, sino, que perciben el poder como un privilegio que naturalmente da ventajas y oportunidades.
A esto hay que sumarle la implantación de una creciente cultura económica que hace de la riqueza el valor supremo y cada día es mayor el peso del poder económico, deshumanizando la vida en nuestra sociedad, en la que somos cada día más esclavos de las cosas, más egoístas, encerrados en nosotros mismos.
Por eso, ojalá algún día entendamos que….
La actividad política es un servicio público, NO un instrumento para lograr influencias o ventajas personales.
QUE, se generalice en la sociedad la idea que los gobernantes, legisladores, funcionarios y demás autoridades públicas son servidores de la comunidad y no que detentan un poder arbitrario, los abusos van a disminuir, y la moralización de la política será el reflejo de la moral colectiva.
QUE, cuando encontremos el camino de ser solidarios, vamos a afirmar nuestra individualidad, y que la soledad se va a terminar, porque estaremos todos unidos peleando por algo mejor.

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