jueves, 6 de mayo de 2010

"La razón populista", según Ernesto Laclau



Las palabras de Laclau son claras, cuando se quiere ridiculizar o defenestrar a un gobierno que actúa y dirige sus políticas para la mayoría, para el pueblo, la derecha se encarga de tildarlo de populista, o, como dice Guillermo O'Donnell, democracia delegativa, poniendo en peligro nuestras "libertades", o la "república", como dice la desquiciada de Carrió. El video dura más de 14 minutos, pero es muy interesante verlo para tener otra mirada de la realidad y otra usina de pensamiento que no es el hegemónico, que no es el neoliberal que hoy está agazapado y maquillado por las mentiras mediáticas y el discurso de estos políticos opositores.

lunes, 3 de mayo de 2010

Un poco más de respeto, de E. Aliverti.

Sí, habría que tener un poco más de respeto por las palabras. Por algunas de ellas, mejor dicho. Y mejor todavía, por lo que connotan.

Estamos en democracia, para empezar por una perogrullada que, sin embargo, alguna gente parece perder de vista con extrema facilidad. Buena, mala, perfeccionada, empeorada, carente de demasiados derechos básicos, avanzando en otros. Pero estamos en democracia. Si en lugar de eso se prefiere hablar de “el régimen”, “sistema burgués”, “fantochada institucionalista”, “partidocracia”, “monarquía constitucional” u otros términos de vitupero, es legítimo pero hay que buscarle la vuelta a que se los puede vociferar sin problemas. Nadie va preso (apenas la segunda recordación primaria, ya apuntada por algunos colegas, y uno comienza a cansarse). También es atendible que esa prerrogativa, la libre expresión, no alcanza para vivir como se debería. Lo semantizó Anatole France: “Todos los pobres tienen derecho a morirse de hambre bajo los puentes de París”. Expresarse en libertad puede entonces no tener resultados prácticos, para quienes no comen ni se curan ni se educan con el decir lo que se quiera. Si además se afina la puntería para meterse con la libertad de prensa, por aquello de que todo ciudadano tiene derecho a publicar sus ideas sin censura previa, resulta que hay que contar con la prensa propia. Y en consecuencia pasamos a hablar de la propiedad de los medios de producción. Lo cual es igualmente legítimo, desde ya, pero con el riesgo de que se convierta en teoricismo si acaso no es cotejable con la época y circunstancias que se viven. Veámoslo a través del absurdo: si siempre es igual, democracia y dictadura también son iguales. En este punto el cansancio por las obviedades se incrementa. Y uno se pregunta si no se lo preguntan quienes sí viven de poder expresarse libremente por la prensa, pero para referirse al momento argentino como si continuáramos en plena dictadura.

Mataron a mucha gente acá. Picanearon, violaron, nos mandaron a una guerra inconcebible, robaron bebés, desaparecieron a miles, tiraron cadáveres al mar y adormecidos también, electrificaron embarazadas, regaron el país de campos de concentración, torturaron padres delante de los hijos. Se chuparon a más de cien periodistas acá. Si hasta parece una boludez recordar que estaban prohibidos Serrat y la negra Sosa, que las tres Fuerzas se repartieron las radios y los canales, que inhibieron textos sobre la cuba electrolítica, que en el ‘78 estaba vedado por memorándum criticar el estilo de juego de la Selección Argentina de fútbol. ¿Nos pasó todo eso y por unos afiches de mierda y una escenografía de juicio vienen a decirnos que esto es una dictadura? ¿Pero qué carajo les pasa? ¿Dónde están viviendo? ¿Cómo puede faltársele así el respeto a la tragedia más grande de la Argentina? Acá lo cepillaron a Rodolfo Walsh, ¿y hay el tupé de ir a llorar miedo al Congreso? Faltaría ir al Arzobispado. Si bendijo a los milicos, seguro que también puede dar una mano ahora que se viene el fin del mundo con el matrimonio gay.

Uno entiende que pasaron algunas cosas, nada más que algunas por más significativas que fueren, capaces de suscitar que sea muy complejo trabajar de periodista en los medios del poder. Lo de las jubilaciones estatizadas, lo de la mano en el bolsillo del “campo”, lo de la ley de medios audiovisuales y la afectación del negociado del fútbol de Primera. Ahora bien, ¿la contradicción aumentada entre cómo se piensa y dónde se trabaja justifica las sobreactuaciones? Es decir: puede pensarse que en verdad algunos dicen lo que pensaron toda la vida, y que otros quedaron presos de la dinámica furiosa de la patronal. Pero, ¿decir que estamos o vamos hacia una dictadura? ¿Que si esto sigue así puede haber un muerto? ¿Hace falta construir ese delirio para congraciarse? En todo el país, si es cuestión de propiedad mediática y de programas y prensa influyentes, bastan y casi sobran los dedos de ambas manos para contar los espacios que –con mayor o menor pensamiento crítico– apoyan al Gobierno. La mayoría aplastante de lo que se ve, lee y escucha es un coro de puteadas contra el oficialismo como nunca jamás se vio. La oposición es publicada y emitida en cadena, a toda hora. ¿Qué clase de dictadura es ésa? Ese libre albedrío, muy lejos de ser mérito adjudicable al kirchnerismo, ocurrió igualmente con Alfonsín, la rata, De la Rúa, Duhalde. Lo que no había sucedido es esta cuasi unanimidad confrontadora salvo por los últimos tiempos del líder radical, a quien por derecha se le cuestionaban sus vacilaciones y por izquierda también. Contra Menem recién cargaron en su segundo lustro, después de que completó el trabajo. La Alianza se caía por su propio peso. Con el Padrino pegar era gratis, porque el país ya había estallado. Pero en el actual, que después de todo es simplemente un gobierno más decidido que el resto en cierta intervención del Estado contra el mercado y en el perjuicio a símbolos muy preciados de la clase dominante, ¿qué tan de jodido pasa como para hablar de una dictadura? ¿Será que basta con tocar unos intereses para edificar en el llano la idea de que pueden empezar a matar? ¿Los Kirchner son Videla, Massera, Suárez Mason? Por favor, tienen que aclararlo porque de lo contrario hay uno de dos problemas. O se lo creen en serio y, por tanto, se toma nota de que desvarían. O saben que es una falsedad sobre la que se montan para condolerse y entonces se anota que está bien. Que no se justifica pero se entiende. Que quedaron tras las rejas de los medios en que laboran. Ojalá sea lo segundo, por aquello de que un tonto es más peligroso que un mal bicho.

Se cometieron varias estupideces en forma reciente. Se le dio mucho pasto a la manada, se perpetraron injusticias con colegas que no se lo merecen, se agredió a los que precisamente buscan victimizarse. Eso no es hacer política. Es jugar a la política. La diferencia entre una cosa y la otra es que cuando se ejecuta lo primero es bien medida la correlación de fuerzas. A quiénes se beneficia, cuánto se puede tensar la cuerda en la dialéctica entre condiciones objetivas y subjetivas; cómo no sufrir un boomerang, en definitiva, y si se produce cuánto de fuerte son las espaldas para sortearlo. En cambio, si se juega a la política todo eso es lo que importa un pito antes que nada, con el agravante de que las consecuencias las paga un arco mucho más amplio que el de quienes formularon la chiquilinada.

De ahí a que se tomen de esos yerros para hablar de peligro de muertos, de sensación de asfixia dictatorial, de avanzada totalitaria, media una distancia cuya enormidad causa vergüenza ajena de apenas pensarla. No es algo que no pudiera preverse. Como lo dijo allá por los ’80 César Jaroslavsky, otro sabio sólo que de comité pero muy ducho en transas y arremetidas: te atacan como partido político, y se defienden con la libertad de prensa.

Se sabe que es así. Pero igual uno ya está harto de los hartos que se hartaron ahora.

AHORA BIEN, HAY QUE TENER MEMORIA, MIEDO TAMBIÉN SE TENÍA EN LOS 90, CUANDO SE ECHABA GENTE TODOS LOS DÍAS, CUANDO LA INESTABILIDAD LABORAL ERA MONEDA CORRIENTE, Y ESTOS TIPOS ME VIENEN HABLAR DE MIEDO, DE DICTADURA. OH CASUALIDAD, QUE CUANDO EXISTE UN GOBIERNO QUE TOCA INTERESES QUE EL ESTABLISMENT CREE INALIENABLES SON GOBIERNOS POPULISTAS, FACISTAS, QUE ATENTAN CONTRA LAS LIBERTADES. HAY QUE SER PELOTUDO PARA CREERLES A GRONDONA, MORALES SOLA Y LOS DEMAS, QUE CALLARON Y FUERON COMPLICES DE LA MÁS ABERRANTE DICTADURA QUE HEMOS SUFRIDO. SÓLO SON NEXOS DE INTERESES ECONÓMICOS QUE NO QUIEREN PERDER SUS PRIVILEGIOS, Y ESO, CREO, MUCHOS LO SABEMOS.

lunes, 12 de abril de 2010

El mito del mercado libre


Deberíamos enterrar de una vez por todas el concepto de ‘fundamentalismo del mercado libre’. En este debate no hay fundamentalistas del mercado libre. Lo que hay son conservadores que quisieran que nos creyéramos que sus normas equivalen al natural funcionamiento del mercado. Los progresistas no deberíamos ponérselo tan fácil.

Durante el último cuarto de siglo, los progresistas no han dejado de lanzar diatribas contra el “fundamentalismo del mercado libre”. Su principal queja se refiere a que los conservadores (léase Macri, De Narváez) quieren eliminar el sector público y dejarlo todos en manos del mercado. Pero este planteamiento es un completo disparate.

La derecha tiene tanto interés como los progresistas en que el sector público se implique en la economía. La diferencia radica en que los conservadores quieren que el sector público intervenga de un modo que redistribuya el ingreso en provecho de los más pudientes. La otra diferencia está en que la derecha es lo suficientemente lista como para ocultar estas intervenciones, tratando de que parezca que las estructuras que redistribuyen el ingreso hacia los de arriba no son más que el resultado del funcionamiento natural del mercado.
Los progresistas estamos favoreciendo la causa de los miembros de la derecha cuando les acusamos de ser unos “fundamentalistas del mercado”, dando por buena la idea de que los conservadores efectivamente desean una estructuración de la economía de acuerdo con su estado natural.

La confusión provocada por esta guerra erróneamente encauzada contra el fundamentalismo del mercado sobre el diseño de las políticas públicas es aún más grave que el daño político que provoca. Los progresistas no tenemos que ver al sector público como el instrumento para modificar los resultados del mercado. Lo que tenemos que entender es que, al igual que nuestros oponentes conservadores, debemos buscar formas de estructurar las normas que regulan el mercado para que los mercados produzcan resultados deseables desde una perspectiva progresista.

El rescate del sector financiero en la crisis del año pasado ha constituido la más obvia intervención reciente del sector público para redistribuir el ingreso hacia los más ricos.

La desregulación también aumenta la rentabilidad, y nada tiene que ver con el libre mercado. En otras palabras, lo que el sector financiero quiere es que la administración pública les proporcione “garantías” a través del Banco Central y políticas económicas acordes para seguir con su timba financiera.

La idea de que un “mercado libre” permite que algunas personas se conviertan en inmensamente ricas y es la causa de que otras sean pobres o estén en una situación financieramente expuesta es un disparate. La distribución del ingreso está determinada por políticas públicas que favorecen a ciertos grupos y perjudican seriamente a otros. Si los progresistas aceptamos las estructuras que los conservadores han institucionalizado como algo llamado “mercado libre” y luego tratamos de utilizar los impuestos y las políticas de transferencia de recursos para reconducir las desigualdades, entonces nosotros mismos nos habremos metido en un callejón sin salida.

En lugar de esto, debemos centrarnos en modificar las reglas que redistribuyen el ingreso a favor de los más pudientes. Hay distintas formas de reestructurar los mercados. Debemos ser al menos tan oportunistas y creativos como la derecha en la elaboración de normas que a la vez produzcan resultados eficientes y conduzcan a mejores distribuciones en el ingreso.

Ahí estará la lucha en estos años.

martes, 6 de abril de 2010

Reflexiones de un fin de semana largo.


El fin de semana pasado aproveché para leer muchas cosas.
Todos saben que filosóficamente y políticamente soy peronista, y eso que no provengo de una familia tal ya que mi viejo no lo era y mi vieja tampoco lo es, y siempre trato de pensar en lo que mejor se podría hacer para llegar a una situación en la que la gente más empobrecida tenga un mejor nivel de vida o, por lo menos, alcanzar niveles de educación más incluyentes de den la posibilidad de movilidad social (que existía en una Argentina no muy lejana), para aquellos que hoy están sumergidos en los más bajos niveles de pobreza.
Ahora bien, hagamos un poco de historia, en el año 2001, la crisis financiera provocada por el modelo de la convertibilidad, nos abre una nueva perspectiva. La crisis de clase media por la pelea por sus depósitos (ya que más del 50% de la población estaba excluida y no tenía acceso al sistema bancario), provoca una paradoja, ¿puede un país estar en crisis cuando sólo las clases que más tienen pierden lo que tienen?, porque las cacerolas en Capital Federal fueron más noticia que los chicos que se morían de hambre, porque la inflación, la devualación complicó la economía, pero para aquellos que son pobres esto sólo es una mala noticia, porque sólo tienen que sobrevivir el día a día y no comprar divisas para pagar préstamos o viajar al exterior.
Ahora bien, en el 2003, con un país un poco más estabilizado, llega Kirchner a la presidencia, con el cual comienza a darse otras clases de políticas, aunque, a fuerza de reconocer la verdad, no profundizan tanto como muchos quisiéramos, pero hay que ser justos, y hasta hoy día, se hizo mucho más que los nefastos años anteriores, a modo de ejemplo, se construyeron muchas escuelas, el presupuesto educativo por primera vez en la historia llega al 6% del PBI, se reformularon los planes sociales, el desempleo ha descendido a niveles muy bajos, y, que después de la crisis mundial por el despilfarro capitalista, no hayamos tenido una crisis profunda que nos llevara a viejas recetas de ajuste o confiscación de ahorro.
Pero, el gobierno comenzó a tener importantes conflictos con ciertos grupos económicos. Hasta el 2003 o 2004 las políticas se fijaban con acuerdo de ciertos grupos económicos dominantes, sobre todo a las empresas agroexportadoras y sus conveniencias, ahora, cuando se empezó a confrontar con los mismos, aparecieron los medios que pertenecen a estos Holdings (sumado a la bienvenida ley de medios), distorsionando las noticias que llegan a la gente, sobre todo en el conflicto por la 125, la ley que ponía retenciones mayores a las exportaciones de soja, donde nunca se plantearon las ideas de fondo (otro error estratégico de este gobierno en lo comunicacional), porque habría que haber sostenido que esas retenciones se las aplicaban a los pooles de siembre que exportan millones, y no al pobre chacarero que aún hoy en día se encuentra con la noticia que su situación tampoco cambió, todavía me da naúseas ver a estos tipos con sus 4x4 cortando rutas, lo cuales seguramente en las mesas de sus estancias o casas hablaban y hablan de los “piqueteros de mierda” que cortan las calles y no trabajan.
Otro punto a favor es la estatización de empresas, en el pasado estatales, que funcionaban bien, y que ese neoliberalismo se las llevó, con la complicidad de miles de argentinos, porque tenemos que recordar que el fin de una empresa es brindar servicio, y que ese servicio es un medio para llegar a la ganancia, lo cual es bastante jodido tener que depender de estas empresas para tener que prender el gas, hablar por teléfono, siendo una iniciativa primordial para los intereses del país ponerlas en manos de una administración estatal eficiente, porque las telefónicas hacen lo que quieren, nos cobran lo que quieren y nos brindan un servicio carísimo para las prestaciones que hacen.
Para ir terminando, hagamos una reflexión sobre el tema de las reservas, se supone que pagar parte de la deuda nos beneficiaría bastante, primero, porque tenemos la plata y no pagar significa más intereses, lo cual nos lleva a endeudarnos más y más, o ¿acaso la oposición está en contra del pago?, me causa risa que Carrio, Menem, Morales ahora asuman posturas revolucionarias, o será que hay gato encerrado, porque sus propuestas hasta ahora no las escuché explícitamente.
Estoy en un montón de cosas contra los Kirchner (como su falta de profundización, por no presentar aún una nueva ley de entidades financieras, por no hacer una reforma impositiva progresista), pero reconozco que después de mucho tiempo tengo esperanza, porque laboralmente la gente está un poco mejor, porque se puso en la agenda política temas que son del interés real de país, no los de algunas empresas, por eso, ver a quienes hoy conforman la oposición me hace reafirmar mis pensamientos, ya que representan a modelos anteriores y que tenemos que luchar para que no triunfen, porque sería retroceder en un montón de pasos dados y, que quienes gobiernen de acá en más, sean o no los Kirchner, pongan los huevos en la mesa y profundicen el modelo, y no creo que sean los innombrables que hoy sólo ponen palos en la rueda y esconden los intereses que defienden, que nunca serán los de los trabajadores y desposeídos de la Argentina.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Señales Populares


por Norberto Galasso

El escenario político argentino muestra hoy una nueva embestida desestabilizadora orquestada por la oposición con apoyatura externa. En los hechos -más allá de los discursos- se ha generado una nueva Unión Democrática que puja por atrasar el reloj de la historia. La reunión parlamentaria del último 3 de diciembre fue una clara expresión de este connubio: el oficialismo, primera minoría, quedaba subordinada al frente constituido por casi todo el resto de la oposición. Es decir, varias minorías, casi todas sin programa, otras con pasados impresentables, otras impulsadas por el oportunismo, se juntan para mostrarse como mayoría, con posibilidad de quórum propio y presidencia de comisiones. Es como si dijéramos que en un campeonato de fútbol el equipo que está en punta no es el primero porque la suma de puntos de todos los restantes lo supera ampliamente.

¿Qué razón los convoca para unificarse, para practicar lo que el viejo Yrigoyen impugnaba como «contubernio»? ¿Acaso algún proyecto de liberación o de cambio social? No lo tienen ni les importa, sólo quieren interrumpir la experiencia kirchnerista, destituir a la Presidenta o impedirle gobernar. Quienes desconocen la historia se sorprenden, seguramente, pero esto ocurrió siempre: derechas, centros e izquierdas del campo antinacional limaron sus diferencias coyunturales para enfrentar al movimiento nacional y popular en 1930, 1945, 1955 y 1973.

Con respecto a la participación de la llamada izquierda -y también del llamado «progresismo»- en estos contubernios, algunos han señalado que ello obedecía a que se trataba de agrupaciones sin obreros y que de la ausencia de ese cable a tierra provenía su insólita conciliación con la derecha, explicación que es válida, en algunos casos. Cooke, por su parte, sostuvo: «(en el 45) No es que la izquierda hiciera crisis: es que era una parte de la superestructura política del imperialismo y saltó junto con los demás pedazos de esa superestructura», y de ahí su desencuentro con las masas populares. Esto se verifica hoy, cuando asistimos al diálogo amabilísimo de algunos de sus dirigentes con personeros del imperialismo -«pero si apenas no acordamos en uno o dos temas», dirá el mismo personaje que en el 55 operaba de «comando civil»-.

Quizás en esta nueva Unión Democrática -como también ocurrió en las anteriores- resulte un acto de justicia distinguir entre aquellos que tienen clara conciencia restauradora, añorando volver al gobierno de los grandes poderes económicos internos y externos bajo la máscara de un De la Rúa, de aquellos otros cuya inexperiencia y debilidad ideológica los llevan a perjudicar a los mismos que dicen querer representar. Pero la historia se hace con hechos y no con intenciones. Son los hechos de ese día 3 -que fue un ensayo- lo que se reitera ahora profundizado y agravado con motivo del conflicto suscitado por la aplicación de reservas al Fondo del Bicentenario y la rebelión del presidente del Banco Central.

Esta concertación de los opositores ha adquirido rasgos claramente golpistas basándose en que el vicepresidente de la nación se ha definido como hombre de ellos, por lo cual bastaría un exitoso juicio político contra la Presidenta para interrumpir la experiencia kirchnerista y acabar con los avances nacionales y populares que se han ido concretando.

Por ello, tres dirigentes de peso han coincidido en avanzar hacia esa dirección: Juez, Carrió y Solanas. Carrió, que pregona la catástrofe para luego presentarse como un «Chapulín Colorado» que recomienda piadosamente serenidad al pueblo pues el enemigo «no cuenta con su astucia», y el señor Juez, que ha ocupado un lugar político repitiendo los chistes de la revista Hortensia leídos años atrás, han hablado, en medio del conflicto, de que «la transgresión a las instituciones» por parte de la Presidenta ha sido tal que «justifica el juicio político». A su vez, Solanas y dirigentes de su Proyecto Sur, han iniciado una demanda penal contra la Presidenta, creando condiciones para una citación a indagatoria que devendría en el camino hacia el juicio político (hemos tenido suerte que la jueza Sarmiento no estaba en ese despacho). Estos políticos no intentaron antes el juicio político contra presidentes que tenían sobrados méritos para ello como De La Rúa, Menem e incluso Alfonsín al paralizar la investigación de la deuda externa, y asimismo contra todo el Congreso que ha dejado dormir en el sótano la documentación del juez Ballesteros acerca de autopréstamos e irregularidades en el endeudamiento. Pero ahora han salido a defender la independencia del Banco Central respecto al Poder Ejecutivo, lo cual significa la dependencia respecto a los poderes financieros internacionales. Coincidentemente se manifestó Pinedo -haciendo honor a su apellido- del mismo modo que el PJ disidente también ha recurrido a la Justicia, como asimismo Magnetto ha visitado amablemente al presidente de la Corte y los senadores, respetuosos de la división de poderes, han ido a presionar a tres jueces de la Corte. Todo en nombre de las instituciones, porque como se sabe las instituciones deben ser respetadas cuando le dan a la oposición los mecanismos para trabar la acción de un gobierno con vocación nacional y popular y en caso contrario pueden no ser respetadas, pues nadie duda que todos estos legisladores fueron cómplices de la proscripción del peronismo durante 18 años, de ofrecerles ministros a los gobiernos de facto o gran cantidad de intendentes a la dictadura genocida del 76. Vaya si son importantes las instituciones... según convenga.

Por supuesto, para completar el carácter de Unión Democrática de nuevo tipo no bastaba el apoyo de «Clarín» con buena parte de sus acciones en poder del capital financiero yanqui. Era necesario, además, que un diplomático del imperialismo se anticipara a señalar que «hay inseguridad jurídica en la Argentina» y que un juez norteamericano diera curso a un pedido de embargo sobre nuestras reservas. Braden sabía mucho de estas cosas, pero le resultaba más difícil, en el 45, porque no estaba Cobos en aquellos tiempos, como siempre recuerda con sonrisa maléfica cierto comunicador social cuando se babea con los directivos de la Sociedad Rural. También Menem salió a la palestra a decir lo suyo y un prestigioso estudio jurídico contencioso administrativo, en la línea de Dromi, se puso a las órdenes de Martín Redrado con mucho entusiasmo.

Una vez más, las fuerzas que se autotitulan democráticas juegan la carta antidemocrática. Antes lo hacían con los fierros de los cuarteles, ahora, como ha dicho alguien, con «los fierros de los medios de comunicación», siempre en un abanico que va desde derechas, con clara conciencia de la defensa de sus privilegios, hasta supuestas izquierdas que les hacen el juego. De ahí la necesidad de que los sectores populares articulen sus fuerzas, multipliquen su militancia, den la batalla ideológica y se movilicen contra estos proyectos reaccionarios. No a principios del 2011, sino desde ahora. Ya mismo.

Alguien que sabía de estas cosas, nos dio un consejo de este tipo: «No hay que darles ni un tantito así de posibilidades». Una vez más, enfrente están los sectores populares, la CGT, los movimientos sociales, Carta Abierta, la pequeña y mediana industria, el cooperativismo, la militancia expresada en diversas agrupaciones, periodistas comprometidos con el pueblo y algunos políticos honestos, con los cuales se podrá disentir en algunas ideas, pero que se han negado a la maniobra destituyente, desde Heller y Sabbatella hasta Raimundi y unos pocos más, como así también radicales K, socialistas K, y las Madres de Plaza de Mayo.

http://tintoychoripan.blogspot.com/2010/03/senales-populares-norberto-galasso.html

jueves, 11 de marzo de 2010

SOY SIMPLEMENTE PERONISTA... de Luis Gotte

Soy simplemente peronista!.

No estoy dentro o formo parte de facciones mezquinas, de la contra-derecha u oficial-izquierda, emergentes de estos últimos años. Se acuerdan de las advertencias que nos hacía el Gral. sobre las heterodoxias...?

Soy simplemente peronista, uno de tantos que ha comprendido el pensamiento intimo de uno de los hombres más preclaros que ha dado el S.XX en América toda.

No peco de soberbia, tan sólo me he tomado el tiempo de leer a Perón, sumado a la experiencia de varios años en tareas sociales (ad honorem). Una forma de unificar la teoría y la práctica en PRAXIS. Una forma de comprender y aprender los tiempos modernos en que nos toca vivir para cabalgarlo con nuestra propia montura, la del peronismo legado.

Soy simplemente peronista, al que tan solo le inquieta las maneras en que han desvirtuado la Doctrina y los Principios y Valores que el Gral. toma para una Conducción Política en la construcción de una Comunidad Organizada, cuya finalidad ultima, cristiana y humanista, es vivir con Justicia Social.

Justicia Social que desconocen en su definición peronista. Hoy, la entienden como una herramienta para prebendas políticas y el mantenimiento del propio clientelismo 'urnista'.

Soy simplemente un peronista que está convencido que esto no es peronismo. Y que seria bueno, como les dijo el Gral. hace muchos años, que aquellos que no sean peronistas se saquen la camiseta y formen su propio partido político.

No es tan difícil pensar el PERONISMO como una corriente de PENSAMIENTO que trata de superar los errores y horrores de la doctrina liberal-marxista, por eso lo de TERCERA POSICIÓN.

Soy simplemente peronista, porque superamos los conceptos de lucha de clase, relaciones de producción, modelo de producción, burgués-proletario etc.; meros conceptos ideológicos-políticos creados por aquellas ideologías que han fracasado por anteponer la teoría y luego al Hombre. El peronismo parte del hombre mismo, con minúscula, para llegar luego a la teoría (con nuestras propias definiciones).

Los conceptos de ARMONÍA, EQUILIBRIO Y PROPORCIÓN -que parten de la filosofía griega- y, de acuerdo a la Sociología, Organización y Economía peronista (producto de la experiencia personal del Gral. Perón, de los filósofos griegos, del humanismo y de la Doctrina Social de la Iglesia) permitirá el emerger de aquella COMUNIDAD ORGANIZADA, pero para ello, hay que adoctrinar, crear MÍSTICA y de ese modo lograr consolidar lo que una ves supimos ser: una NACIÓN JUSTA, LIBRE Y SOBERANA.

Soy peronista, porque mientras la Revolución Francesa gritaba libertad, igualdad y fraternidad; el peronismo propuso LIBERTAD, JUSTICIA Y SOLIDARIDAD.

Mi trabajo doctrinario es arduo y serio, honesto y comprometido, porque será mi legado para las siguientes generaciones, y así aprendan el peronismo sin desvirtuaciones, heterodoxias, zonceras y engaños.

No pego, critico.

Por todo ello militamos, pensamos, luchamos, para construir esa Patria Grande que soñamos todos.

martes, 9 de marzo de 2010

La deuda y las Reservas del Banco Central.

Cuando la Presidenta desafió a que la oposición proponga una alternativa al pago de la deuda, ninguno propuso nada, o balbuceó una respuesta, porque, en el fondo, lo que quieren es el “ajuste” que todos los argentino hemos sufrido en épocas pasadas.

Los grandes medios tampoco lo dicen, pero sí apoyan y enaltecen la cantidad de boludeces que dicen estos personajes, lo vimos esta semana, donde desfilaron todos por los canales como TN, teniendo que soportar otra vez a la desquiciada de Carrió, ya sin bozal que la contenga (bozal médico siquiátrico), hablando y presentado pomposamente una denuncia penal por “estafa y quiebre del orden institucional” a la Presidenta de la Nación y del Banco Central y la presentación de una carta a la OEA por peligro institucional y proximidades al autoritarismo, similar al año pasado donde había enviado cartas a las embajadas por el mismo tema. No tiene límites la paranoia de esta mujer, siempre funcional a los intereses espurios de la derecha más extremista y neo liberal de esta parte del continente, intereses que defiende, defenderá y defendió toda su vida.

Defender al gobierno hoy, con el cual tengo disidencias en muchos aspectos, es defender un modelo, el de volver al Estado de Bienestar, más allá de los matices que cada uno pueda agregarle, porque lo que está en juego es que país queremos, el de Marcri, Carrió y toda esa mierda dando vuelta, con los ajustes de salarios, despidos, flexibilidad laboral, es decir, del capitalismo salvaje que sólo quiere ganar dinero a costa de lo que sea. Por eso hay que saber escuchar, por eso no se atreven a decir como pagarían la deuda, por eso no lo blanquean de manera directa, pero cuando dicen algunos de estos personeros sobre las cosas del presupuesto que van a suspender para pagar la deuda, ya todos sabemos a que se refieren.

No seamos hipócritas, son la peor opción para nuestro país, y yo no quiero volver a los 90, donde el trabajador no sólo veía cercenado su salario, sino también sus derechos, donde millones de argentinos quedaron marginados de toda posibilidad de movilidad social, quiero un nuevo Estado de Bienestar, donde todos tengamos posibilidades.

domingo, 7 de marzo de 2010

Mecha encendida

Por Alfredo Zaiat

El Banco Central es un reducto histórico de los representantes del liberalismo económico. La extrema sensibilidad social vinculada al dinero ha impuesto en el sentido común que la cuestión bancaria tiene que ser manejada por expertos en la materia. Esos especialistas son en su mayoría militantes de la ortodoxia económica con estrechas relaciones con el mundo financiero. Esa hermandad se ha fortificado en las últimas décadas con la desregulación y apertura al capital en el marco de una extraordinaria expansión de las finanzas globales. Gran parte de los políticos, tanto aquellos que ejercen funciones ejecutivas como los de la oposición que aspiran a lo mismo, aceptan esa sociedad promiscua porque no quieren perder su capital electoral por miedo a eventuales estallidos de inestabilidad financiera, que esa comunión promete evitar. Algunos están convencidos de que esos expertos son los que saben y otros aceptan que deben ejercer el poder con esa restricción. La administración kirchnerista transitó ese camino primero con Alfonso Prat Gay y luego con Martín Redrado, con el resultado conocido. Sin embargo, el caso más emblemático de esa situación es el de Enrique Meirelles, presidente mundial del entonces Bank Boston, que fue elegido por Lula da Silva al comienzo de su mandato para conducir el Banco Central de Brasil. Meirelles acompañó desde ese cargo a Lula en su primer y segundo gobierno. En esos años, la tasa de interés real en dólares en Brasil fue una de las más altas del mundo y los bancos contabilizaron período tras período ganancias crecientes record. Un paraíso para los financistas y la bicicleta especulativa. El objetivo político de Lula fue exitoso: brindar una señal de tranquilidad al sector financiero cuando en el mercado se temía por el izquierdismo del Partido de los Trabajadores. Este antecedente deja en evidencia que existe una aceptación bastante extendida en la mayoría de los países de que las bancas centrales son y deben seguir siendo un territorio liberado de los financistas. En ese escenario de hegemonía de la ortodoxia se puede comprender la extraordinaria interpelación a la presencia de Mercedes Marcó del Pont al frente del Banco Central. Como también la destemplada censura a su nominación por parte del heterogéneo bloque de la oposición.

Marcó del Pont no es una economista liberal ni ha estado vinculada al mundo del negocio financiero. Su formación académica se reconoce en la escuela del pensamiento desarrollista, privilegiando entonces el crecimiento económico con base en los sectores productivos y no en los especulativos. Participó en cada uno de los espacios más relevantes de resistencia al avance del neoliberalismo (CTA, Plan Fénix, Frenapo), cuando intervenir en esa batalla implicaba el desierto mediático y político. La arrebatada mayoría de la oposición en la Comisión de Acuerdos en el Senado impugnó su designación, que ahora deberá ser tratada en el recinto. La impunidad mediática y el escaso decoro de esos senadores permitieron que uno de los encargados de argumentar en contra de la designación de Marcó del Pont haya sido el ex banquero del JP Morgan, ex titular del BC y ahora diputado Alfonso Prat Gay, a quien algunos economistas lo mandaron a estudiar finanzas porque no hizo bien las cuentas cuando no descontó valores futuros al presente al criticar la refinanciación con quita de bonos en default (artículo “La quita de la quita”, La Nación, 1º de diciembre de 2006).

La tarea de esa comisión es evaluar la calidad intelectual y académica de la postulante por el Poder Ejecutivo. También la idoneidad de Marcó del Pont para ejercer el cargo de presidente del Banco Central. El rechazo a su pliego deduce que esos senadores están convencidos de que una economista que no es liberal ni subordinada al poder financiero no puede o no debe estar al frente de la entidad monetaria. Esa decisión interpreta que esos legisladores consideran que una economista que no tenga el aval del poder financiero y sus voceros no debe ejercer el mando del Central. Esta institución pública está dominada en sus cuadros técnicos por la corriente ortodoxa, con subterráneos canales que unen sus intereses con los de banqueros y cambistas. La posibilidad de empezar a transformar esa estructura reaccionaria, que no se puede hacer de un día a otro, sino que requiere de tiempo, paciencia y compromiso de otros economistas para asumir ese desafío, quedaría golpeada ante un probable aunque no seguro rechazo al pliego de Marcó del Pont.

El silencio que por ahora mantienen sectores que se denominan progresistas ante ese avance conservador se parece mucho a complicidad. Esquivar esa responsabilidad por lo que consideran la mancha venenosa puede tener un costo elevado para los intereses de las mayorías postergadas, que dicen representar. La traumática experiencia de la Resolución 125 que los reunió con la Sociedad Rural debería servir de antecedente para no repetir errores. Puede ser que en ese momento hubieran pensado que votar en contra de las retenciones móviles con compensaciones beneficiaría a los pequeños productores. El desarrollo posterior reveló que no fue así, no sólo en el aspecto económico sino en el espacio político: las comisiones de Agricultura en Diputados y Senadores quedaron en manos de dirigentes de la CRA (Ricardo Buryaile) y SRA (Josefina Meabe, hermana del titular de la Rural correntina), respectivamente.

En las pocas semanas que Mercedes Marcó del Pont conduce el Banco Central ha emprendido otras iniciativas relevantes, además de respetar un DNU con fuerza de ley que ordena el pago de deudas con una pequeña porción de las reservas. En todas estas décadas de dominio de la ortodoxia en la autoridad monetaria las reuniones de su titular con banqueros han sido lo usual y corriente. Es lo previsible y lógico, puesto que el Central tiene bajo control esa actividad. En cambio, no es fácil hallar antecedentes de encuentros protocolares de presidentes del Banco Central con dirigentes de cámaras empresarias o con sindicalistas, como si las políticas financieras no influyeran en el mundo empresario y del trabajo. Marcó del Pont se reunió en el propio Central con los representantes de la cámara de empresarios de la alimentación, así como también ha recibido el apoyo entusiasta de empresarios pymes.

Además de encuentros formales con sectores de la producción, Marcó del Pont tiene dos ejes principales para su gestión: reorientar el crédito hacia la actividad económica, en especial a la generadora de mayor cantidad de puestos de trabajo, y comenzar una supervisión integral del sistema analizando la conformación de grupos financieros que permiten ocultamiento de ganancias y la realización de maniobras sospechosas. El fomento de la inversión productiva y el control sobre el negocio global de los bancos no requieren modificar la Carta Orgánica del BCRA. Sólo se necesita voluntad, que Marcó del Pont expresa tener, para aplicar herramientas disponibles que sus antecesores omitían. No es la agenda tradicional de un banquero central, lo que no implica que no debiera serlo si se considera que la autoridad monetaria no tiene que ser guarida de los financistas. Si triunfa en el Senado la impugnación a Marcó del Pont, no será una derrota de la administración kirchnerista, sino que será la de una oportunidad de intentar la lenta pero imprescindible tarea de transformar una institución conservadora al servicio del poder económico en otra dispuesta a ocuparse de las necesidades de las mayorías.

sábado, 20 de febrero de 2010

Neo-neoliberalismo

Por Sandra Russo
Hay un neomenemismo que se resume y expresa vigorosamente en Ricardo Fort. Las barritas de cereales ahora vienen con un muñeco de carne y hueso que tiene jopo, mandíbula de superhéroe, tatuajes en los brazos y un grupo de gatos que él mismo se financia para vivir una vida divertidísima. Como dijo Alejandro Fantino, quién no quisiera tener una vida como la de Ricardo Fort.

Y es verdad que en esta sociedad palpita, como verificaron las elecciones del 28 de junio, una pulsión cuyo exponente masivo más claro y sublimadamente aplaudido es Ricardo Fort, aunque políticamente fue un candidato cuyo mayor acierto lingüístico fue “alica alicate” y el de su aliado, Mauricio Macri, que veta leyes al por mayor y ni se acuerda por qué lo hizo. Uno podría ponerse a enumerar la enorme cantidad de hombres y mujeres que rechazan visceralmente lo que Fort representa, desde la ostentación al más cerril individualismo, pero no puede menos que aceptar que esos sectores ahora conviven con otros, que son los que “lo hacen medir” a Fort. Ese es el parámetro, como corresponde a su esencia, de su importancia social: “mide” tanto que todos los programas no pueden dejar de invitarlo, y hasta el canal América pasa los domingos un especial de una hora en el que uno puede presenciar una visita completa de Fort a su traumatólogo de Miami.

Si cada época levanta y entierra valores, es evidente que lo colectivo perdió las elecciones de junio frente a lo individual. No me refiero exactamente a lo político, aunque lo incluye. Es lo filosófico de un tiempo. Cuando surgió el neoliberalismo, en la posguerra, fue durante muchos años una escuela con aires masones que se nucleaba en Suiza, en la estación de Mont Pelerin. Hemos tomado a Milton Fridman como su padre, pero era su tío. Fridman fue Premio Nobel de Economía en 1976. Dos años antes, el Premio Nobel había sido para el austríaco Friedrich Hayek, que fue el que puso la semilla. Leer a Hayek aterra. Para él la democracia no es una condición necesaria para la verdadera libertad que debe custodiar el Estado: la libertad de mercado. La escuela de Mont Pelerin estaba comprobándolo cuando sus popes fueron bendecidos por los Nobel: Chile, 1973. El globo de ensayo exitoso para implantar el neoliberalismo por la fuerza. Le siguió la Argentina, 1976.

Ahora nadie declara en la televisión defender los postulados neoliberales, pero toda la oposición de derecha lo único que defiende es eso. La demonización de los gobiernos progresistas en América latina es una reacción neoliberal. Chile vuelve a ser la punta de lanza de este neo-neoliberalismo. De Piñera dice Macri que “nos marca un camino”. Más claro no puede estar. Y el neoliberalismo no puede implantarse en democracia sin un correlato de valores. Lo de la república y la institucionalidad es pura retórica, equiparable a la cháchara antiestatal que precedió a las privatizaciones de los ’90. Con la complicidad perenne de los grandes medios, instalaron aquello de la “ineficacia” del Estado. Lo colectivo, lo cooperativo, lo mutuo, lo solidario fue un disvalor. El menemismo, que fue la forma que aquí tuvo el neoliberalismo, solamente pudo destrozar las redes sociales después de haber encolumnado a la opinión pública atrás de las palabras “modernización” y “ahorro”. Nunca quisieron decir más que ajustes salvajes y represión a los indisciplinados.

El mundo global sigue embrujado por el discurso único. El neoliberalismo estalló en 2008 en Estados Unidos, pero la crisis se mantuvo al amparo de los grandes medios mundiales. Afirma Pascual Serrano: “Actualmente, el 80 por ciento de las noticias que circulan por el mundo proceden de cuatro agencias internacionales: Associated Press, United Press International, Reuters y Agence France Presse. Esas agencias son las que establecen el orden del día”. A escala, los medios concentrados y la coyuntura política argentina se han encargado de que, por ejemplo, nadie pueda hilvanar con claridad lo que está sucediendo en Grecia con lo que se propone aquí cuando se discute el manejo de las reservas. Como el neo-neoliberalismo es todavía inconfesable, el motivo que se esgrime para obstruir el Fondo del Bicentenario es la desconfianza en el Poder Ejecutivo o en el kirchnerismo en general. Cuando la política se vuelve una cuestión de fe, estamos en problemas. La democracia no es una cuestión de fe. Es antes que nada un conjunto de reglas racional y colectivamente aceptadas.

Los ídolos mediáticos, sin trayectoria ni talentos, brillan y desaparecen. Yo no estaría tan segura de que Fort va a seguir ese camino. Más bien, creo que Fort no es un incidente aislado ni un famoso destina- do al olvido. Da la impresión de que Fort inaugura una época, marcada por una corriente social que agonizó pero que revivió al calor del microclima global y el microclima argentino.

Fort se ha declarado nostálgico del menemismo, y esa misma reivindicación puede tomarse como expresión de un neomenemismo. No es el Menem de ahora el que se reivindica, incluso poco tiene que ver con él. La nostalgia es por una época de impulso bestial de un modo de vida. La nostalgia es por la inmersión en una escala de valores que implica el menemismo, como válvula de escape autóctona del neoliberalismo. Se extraña la banalidad del mal.

lunes, 15 de febrero de 2010

Las elites

Por Alfredo Zaiat
Durante muchas décadas el faro que orientaba a las elites argentinas fue Inglaterra. En el proceso de su decadencia, la mirada continuó dirigida a Europa, pero la presencia de Estados Unidos empezó a ocupar una centralidad cada vez mayor. Así fueron forjando su propia identidad, que es la de carecer de una definida, puesto que siempre están señalando experiencias de otros países como modelos exitosos en contraposición al fracasado nacional. Fracaso del que no se consideran responsables. Esa idealización de procesos del exterior, que con mínima rigurosidad analítica se sabe que son complejos y contradictorios, refleja la incapacidad del establishment doméstico de constituirse en un factor dinámico del desarrollo nacional. Es una de las carencias de lo que el economista Aldo Ferrer denomina densidad nacional. Esta consiste, entre otras cuestiones, en “la integración de la sociedad, liderazgos con estrategias de acumulación de poder fundado en el dominio y la movilización de los recursos disponibles dentro del espacio nacional”. Pero las elites argentinas tienen una predilección por la fuga de capitales y, por lo tanto, para dirigir la mirada al exterior. Esto explica la permanente ponderación de la forma de organización económica de otros países. En estos últimos años, en un momento los elogios estuvieron concentrados en el Brasil de Lula, en otro en el Chile de Bachelet y ahora aún más en el del derechista Piñera, y ahora en el Uruguay del presidente electo Pepe Mujica. Hasta no hace mucho, antes del derrumbe del muro de Wall Street, el modelo a imitar y envidiar era Irlanda y España, ambas economías que hoy están transitando una profunda crisis.

Las elites de la periferia han tenido una tendencia histórica a referenciarse en las de los países poderosos. Pero en países vecinos han logrado cierto grado de compromiso con el desafío de un desarrollo nacional, actuando como un factor dinámico de la economía. No se trata de un sector social homogéneo, tienen conductas e intereses contrapuestos que se reflejan en diversas líneas políticas, aunque con una base local relativamente sólida. Saben de sus limitaciones pero no actúan en forma destructiva y mucho menos en forma despectiva sobre su propio país. Lo opuesto es ejercido sin pudor por las elites argentinas, lo que quedó expresado con la actuación de un importante grupo de empresarios ante Pepe Mujica, con Cristiano Ratazzi como exponente por excelencia.

Este tipo de comportamiento de las elites, que a lo largo de la historia han combatido cada intento de emprender un camino de desarrollo nacional, hoy en un marco de contradicciones y a veces excedido de voluntarismo, explica gran parte la debilidad de la economía argentina. En el libro Los senderos perdidos del desarrollo. Elite económica y restricciones al desarrollo en la Argentina, Hugo Notcheff afirma que la elite económica argentina mantiene dos rasgos bien definidos: la sistemática búsqueda de cuasirrentas de privilegio y la adaptación a las ventajas generadas en el contexto externo. Las define como “el conjunto de empresarios individuales o de organizaciones empresarias de mayor peso económico y político, que moldean el sendero del resto de los agentes económicos”.

La identificación de las razones que explican el atraso relativo de ciertas naciones con respecto a otras brinda la oportunidad de comprender ciertos procesos político-económicos. La investigadora Ana Castellani lo intenta en su reciente libro Estado, empresas y empresarios, al destacar que el comportamiento de las elites es de suma relevancia para entender la dinámica económica, social y política del país. Señala que esa importancia se muestra por dos motivos principales:

“Por un lado, porque juega un papel central en el proceso de acumulación de capital como consecuencia de las decisiones macroeconómicas que toman las empresas que la componen (sobre todo aquellas vinculadas con el nivel y tipo de inversión), que son cruciales para marcar el rumbo del resto del sistema económico”.

“Por otro lado, porque el accionar colectivo e individual de sus miembros suele incidir en la determinación de las políticas públicas, en especial, aquellas que definen la orientación de la intervención económica estatal.”

En ese libro se recupera el trabajo de Notcheff, uno de los intelectuales más lúcidos y comprometidos con los sectores populares (falleció el 6 de octubre pasado), que intenta explicar las evidentes dificultades que presenta la Argentina para conformar un patrón de desarrollo sostenido. Notcheff concluye que la economía argentina se corresponde con el tipo de economía de “adaptación tardía” a los cambios tecnológicos que se generan externamente. Entonces, las cuestiones relacionadas con las políticas de investigación científica y tecnológica no se encuentran en el centro de la agenda ni del Estado ni de “la elite económica”. Esta, sostiene, no compitió por la obtención de cuasirrentas tecnológicas, sino que, por el contrario, durante la mayor parte del siglo XX se protegió de la competencia a través de formación y consolidación de “monopolios no innovadores ni transitorios” sostenidos por el accionar estatal. Este tipo de comportamiento (imitación tecnológica tardía y monopolios no innovadores) constituyó para la elite económica una “opción blanda”. La “dura” implicaba el riesgo propio de una conducta innovadora que procurara la obtención de cuasirrentas tecnológicas en base a la conformación de “monopolios innovadores y transitorios”.

El investigador de Flacso explica que desde el punto de vista de la economía en su conjunto, la opción blanda no permite iniciar un proceso de desarrollo sostenido, sino una sucesión de booms o burbujas que cuando se terminan dejan sólo unas “gotas” aisladas de capacidades tecnológicas que no permiten iniciar un nuevo ciclo de desarrollo. Esto conduce, ilustra Notcheff, a un menor crecimiento del ingreso en el largo plazo porque “la intensidad de los factores que sostienen el crecimiento es débil”.

Un factor interesante del actual proceso económico y social es que, pese a sus evidentes restricciones y contradicciones, provoca un enfrentamiento con el accionar tradicional de la elite argentina, lo que brinda elementos para analizar las presentes dificultades del ciclo de crecimiento económico. También es cierto que las características estructurales de las elites se van modificando a lo largo del tiempo “como resultado del comportamiento seguido por las empresas y/o actores sociales que la integran y como consecuencia del contexto operativo generado por la intervención económica estatal”, señala Castellani. Para agregar que es por eso que van surgiendo en su seno proyectos políticos diferentes que expresan los intereses de las distintas fracciones existentes en ese heterogéneo sector socioeconómico. Hoy se está en presencia de esa tensión, con un final aún en disputa en el cual se especula con cambios en los rasgos de las elites o se batalla para la consolidación de sus conductas históricas. Las señales visibles, como esa legión de cortesanos del poder que se acercaron a Pepe Mujica, o elogian al Brasil de Lula o al Chile de la desigualdad, revelan la dificultad para superar esa restricción y consolidar un desarrollo económico estable.

sábado, 13 de febrero de 2010

El enemigo sigue siendo el mismo.

Este fragmento de la película Evita muestra con crudeza como es esa sociedad pacata argentina que siempre quiso y querrá que el status quo se mantenga, siendo la mejor manera de ayudar al negro o al pobre con las migajas que les sobra, para limpiar su sucia conciencia de oligarca. Pasaron muchos años, pero sigue siendo la misma pelea de siempre.

martes, 19 de enero de 2010

Democracia delegativa

El otro día en TN (vaya paradoja, y también escrito en La Nación), escuché a Guillermo O'Donnell hablar de ésta definición acuñada por él, según la cual el pueblo elige presidentes en elecciones libres con amplio respaldo popular, que a menudo surgen tras un periodo de seria crisis política, económica o de una prolongada situación de injusticia social. El electorado "delega" así los poderes en los nuevos mandatarios Los elegidos se consideran que así que tienen la facultad, el deber de gobernar a su arbitrio y optan por "un estilo abrupto, inconsulto" y -en siguiendo modelos típicamente fascistas o comunistas- promueven las manifestaciones de masas y la creación de brigadas de choque.

Todo tipo de control o de crítica lo consideran como un impedimento. Se consideran con el derecho de "suprimir, doblegar o neutralizar las instituciones del país". Incluso creen, como es el caso de Chávez y lo fue de Kirchner, que gracias a su mayoría parlamentaria pueden casi prescindir de estos órganos legislativos. Otro tanto sucede con el sistema judicial y con los organismos de control financiero que por medio de la designación de sus integrantes pasan a perder su autonomía y a depender de la voluntad omnímoda del mandatario.

Si no bastara con la filosofía barata de Mariano Grondona, los análisis de mercado de Joaquín Morales Solá , el poder económico que intenta meter en caja al gobierno argentino, acaba de incorporar a sus filas a un intelectual proveniente de las filas progresistas, porque atrás de este tipo de regímenes, obviamente está el populismo o su sinónimo, el peronismo. La democracia delegativa es nociva porque -según se desprende de su tesis- el gobernante que la conduce se toma la cosa en serio: si lo eligieron como presidente, si la gente lo votó para que de una vez por todas intente hacer algo contra los poderosos, demuestre que tiene voluntad para cumplir.

Y esa gente, con errores y todo, va en ese camino y, en una postura por demás insolente, parece querer enfrentar nomás a aquellos poderes.

Eso está muy mal, nos dice O’Donnell, porque si el poder económico y sus administradores tuvieron la generosidad de dejarnos vivir en democracia, es para que se haga lo mismo que en dictadura pero constitucionalmente , en orden y paz.

O sea: la acumulación de riquezas y su reparto se debe seguir haciendo bajo las pautas tradicionales, como quieren aquellos.

Y estos gobiernos delegativos hacen otra cosa. Cuando ven que hay dinero en el Mercado lo toman para sí, se apropian
de él con impunidad.

¿Y para qué? Para jubilar a tres millones de personas, para crear cooperativas cuyos trabajadores puedan recibir al mes 1.400 pesos, para que los padres de cinco millones de pibes pobres tengan al menos una asignación universal que les ayude a paliar la miseria que aún padecen y para seguir pagando la deuda que las otras democracias, las representativas (las representativas del Mercado) le endosaron al país para mantenerlo agarrado del cuello.

O’Donnell dice que tiene miedo de que nuestro gobierno tire tanto de la cuerda que al final el elástico se termine rompiendo en su cara.
Porque lo que quiere dejar en claro es que si el clima se pone pesado no es por culpa de los dueños de la riqueza y las palabras, sino de estos gobiernos (se insiste: delegativos) que se atreven a disputarle el poder al gran capital.

Por supuesto: O’Donnell insiste en que si este sistema fracasa, el responsable es el peronismo.
No Cobos, que vota contra el propio gobierno que lo convocó a sus filas.
No Redrado, que juega el juego del poder financiero.
No la oposición, que le hace la corte a todos los que arrojan cáscaras de banana al gobierno nacional para que resbale y caiga.
No Carrió, que sale de gira para pedir la intervención extranjera en la Argentina.

Por eso es fundamental que pensemos y desarrollemos una idea unificadora y que nos permita luchar contra este embate mediático y político de los mismos de siempre, no seamos ingenuos, y terminemos de lamentar en el 2011 un macri o de narváez en el gobierno, sabiendo lo que van hacer y a que intereses van a defender.

martes, 12 de enero de 2010

Llego el 2010

Despues de un breve descanso, he regresado, en un nuevo año, pero con los mismos personajes tratando de hacernos creer que todo es un desastre y que los argentinos somos tontos para comernos cualquier boludez.
Empecemos, pasó diciembre, y se acuerdan lo que dijo lilita carrió (ya es hora que le hagan un exámen psiquiátrico, por la salud general), y donde está el caos que hiba a sobrevenir en ese mes, con Capital Federal tomada por comandos kirchneristas armados que harían la vida imposible a la gente como uno, parace que no fue así, y que ahora están todos veraneando en la paqueta Punta del Este, junto con la gorda desquiciada.
Dónde está la falta de carne, trigo, que vaticinaba el chacarero de angelis, y los culo rotos de la sociedad rural, cuando el consumo para las fiestas fue record en muchos años y seguimos consumiendo en el verano que recién empieza.
La economía sigue creciendo, basta con ver los indicadores de la industria automotriz, también record en producción el año que se fue, como otros indicadores.
Pero, también son responsables los Kirchner, porque no han profundizado el modelo progresista, porque seguimos teniendo que soportar a los personajes como Redrado, como Cobos, como tantos otros, que no están en el gobierno por arte de magia, sino que fueron consensuado por el kirchnerismo, o ahora nos vamos a hacer los boludos sin saber lo que se podía esperar de esta gente.
Parece que este año vamos a tener más de lo mismo, con la derecha oligárquica tratando de hacernos creer que sus intereses son el interés de todos, y que los argentinos, debemos tener mucho cuidado y razonamiento para saber discernir que son los mismos que nos van a cagar la vida si asumen el poder.
No seamos zonzos, como decía Jauretche, el compromiso está en asumir que sus intereses no son los nuestros, que los trabajadores, que sufrieron el aniquilamiento de sus derechos y salarios en los 90, no nos comamos la galletita que esta gente va a gobernar para nosotros.
Esta gente gobierna para los grupos financieros, para los grupos económicos, para quienes, sea el gobierno que sea, siempre ganaron plata y tuvieron sus privilegios.
Ojalá nos atrevamos a hacer las reformas que hacen falta, la reforma impositiva, la de entidades financieras, la de una vez por todas, gobernar para el pueblo, ese pueblo sufriente, que siempre puso el lomo y que pocas veces se vió retribuido.
Y de mi querida provincia, hablaremos despues, o nos vamos a creer que el socialismo es reformista??, con sus aliados radicales, hasta ahora lo único que han hecho es aumentar impuestos y aumentar servicios, sumado a un montón de ineficiencias que llevan a pensar que si este socialismo es progresista yo soy del Pro.
Ojalá podamos ver en un futuro una patria libre, socialmente justa, ojalá.