sábado, 30 de abril de 2011

Péguele a Moyano


Por Luis Bruschtein

Como dice Vargas Llosa, el nivel de barbarie en el que está sumida la Argentina surge de manera ostensible si comparamos que en el mismo día de ayer las masas británicas se convocaron para festejar alegre y civilizadamente una boda en su familia real, en la monarquía que los adorna, mientras que aquí en esta Argentina barbárica se realizaba quizás el acto más grande del Día de los Trabajadores que se haga en Sudamérica.

Y el acto fue encabezado por un ser demonizado por los medios, acusado de piantavotos para la clase media, enemigo del establishment y de los políticos que hacen campaña a su costo. Cualquiera que quiere posar de prócer de la ética sigue el consejo del “péguele a Moyano”. Como dijo el susodicho en su discurso: “Nos vienen a hablar de moral con la bragueta abierta”.

Tanta palabra hueca, tanto desprecio y oportunismo barato, tanta campaña para autoconvencernos de que somos deleznables, termina por generar simpatía por lo que se critica o sea, por esta supuesta barbarie que por primera vez en muchos años incluye en todos los sentidos en vez de excluir, como sucedía cuando Argentina era “civilizada”, en los ’90, en la Década Infame o en la dictadura. Y tanto encarnizamiento con Moyano lleva a pensar también que algo bueno debe tener.

El ensañamiento con Moyano tiene algo del sentido común de una clase media colonizada por una cultura dominante que encuentra siempre sospechosas las formas de participación u organización de los sectores populares. La corrupción nunca está en los directorios de las grandes empresas o de los bancos o los organismos financieros internacionales. Los “investigadores implacables” van siempre tras estas formas de expresión de poder popular. La sospecha recae siempre allí. Hay políticos supuestamente progresistas y otros no tanto que basan toda su carrera en perseguir sindicalistas corruptos, que serían todos menos uno o dos que servirían para desmentir el fondo de la cuestión, que es el antisindicalismo o el antipiqueterismo. Y no se trata de beatificar a Moyano, sino de sacar del medio esa sospecha ignorante que no tiene nada que ver con las luchas por la democratización en el movimiento obrero.

Una columna de trabajadores atravesaba ayer el barrio de San Telmo para llegar a la 9 de Julio. Los vecinos se asomaron para verla pasar y la actitud de estos buenos vecinos era como si estuvieran viendo la caravana del circo con la jaula de los monos. Entonces, uno de los trabajadores les gritó con ironía: “¡Vengan, vengan, que nos pagan cien pesos!”. La ironía del supuesto “mono” fue tomada como literal por los supuestos “civilizados”. Entonces uno se pregunta quién es el mono y quién el civilizado, porque fueron muchos los periodistas de las radios que chachareaban sobre la concentración obrera y aseguraban la desmesura de que a los cientos de miles que estaban en el acto les habían pagado para que fueran.

Todas estas mezquindades también llevan a hablar de la baja calidad del voto de los pobres y otras tilinguerías de mediopelo. Es falsa la discusión de buena fe en la maraña de esa forma de pensar culturalmente subordinada al statu quo que concibe a todos los piqueteros y los gremialistas como corruptos por naturaleza, menos a los dos o tres que simpatizan con ellos. Como si la corrupción estuviera en la naturaleza de las organizaciones sociales y los honestos fueran la excepción. Cualquier forma de organización popular cae bajo sospecha por el mero hecho de serlo. O sea, son corruptas porque son organizaciones sociales.

Seguramente algún biempensante sonreirá con superioridad si lee estas líneas. Y bueno, que arme una lista opositora y desbanque a los gremialistas que según él serían tan odiados por sus bases. Cuando lo intente, verá que no es tan fácil y que tampoco las cosas son tan burdas como las creía.

Por fuera de esta suma de prejuicios y visiones arbitrarias, que solamente tienen consistencia porque están justificadas por un sentido común dominante que cualquier intencionalidad democrática necesita eliminar, hay un debate verdadero en el seno de los movimientos sociales, y del movimiento obrero en particular, que tiene que ver con un proceso necesario de transformación. Ese debate tiene muchos protagonistas, ya sean los sectores clasistas, la CTA, el sector combativo de Moyano, el grupo de los Gordos o la CGT de Barrionuevo.

El sindicalismo argentino tiene dirigentes que se eternizan al frente de sus gremios, que a veces son socios de las patronales a través de empresas tercerizadas o proveedores de salud. Hay manejo displicente de los fondos gremiales, que producen enriquecimientos inexplicables o simplemente enriquecimientos, porque es difícil que un sindicalista se pueda enriquecer. Todo eso demuestra que la estructura sindical necesita reformularse.

Moyano ha sido el más demonizado, a pesar de que no es el peor de la clase. La corriente gremial que representa, la del peronismo combativo, más de una vez se movilizó cuando los demás se replegaban. Así lo señaló Moyano en su discurso ayer, cuando recordó al Grupo de los 25 y la huelga que convocó contra la dictadura, que fue la primera contra los militares. Los gremios combativos fueron también los primeros que se movilizaron contra la dictadura de Onganía y fueron de alguna manera la semilla de la CGT de los Argentinos, de la que algunos de ellos, no todos, formaron parte. No integraron el sector más radicalizado del peronismo, pero en muchas situaciones fueron sus aliados, como Atilio López, el desaparecido vicegobernador de Córdoba y dirigente de la UTA, o el textil Andrés Framini, por solamente nombrar a dos entre muchos. Y es interesante señalar, por ejemplo, que la Juventud Sindical que dirige el hijo menor de Moyano reivindica explícitamente los programas de La Falda y Huerta Grande, con los planteos de los agrupamientos combativos y revolucionarios del gremialismo peronista de la Resistencia. Sin hacer tanta historia, en la época del “voto cuota” durante el menemismo, Moyano puede mostrar que siempre se opuso, al punto de llegar al borde de la fractura de la CGT, al fundar el MTA para desprenderse de la conducción de los sindicalistas menemistas.

La CTA fue más clara sobre esa problemática y sobre otras, ni Moyano ni la corriente que lo impulsa son indiscutibles. Pero tampoco la CTA lo es ni ninguna otra corriente en un debate que se da en forma permanente y que tiene muchas expresiones, como ahora con la discusión por la regulación de las prepagas o la participación de los obreros en las ganancias de las empresas. Estas medidas, que fueron mencionadas también en el discurso de Moyano, junto a otras muy progresivas, son apoyadas por la CGT. Los que se oponen usan la campaña de desprestigio contra Moyano como principal recurso para frenarlas. En una supuesta campaña contra la corrupción ocultan sus intereses mezquinos. Ser juez de la corrupción es más épico que decir que la medicina tiene que ser mercantilista o que, por naturaleza, los trabajadores tienen que compartir las pérdidas, pero nunca las ganancias.

Lo real es que la campaña granmediática de desprestigio contra Moyano ha sido efectiva, más que los esfuerzos antiburocráticos de los pequeños agrupamientos clasistas o las críticas de la CTA. Esa campaña convirtió a Moyano en una paradoja en dos patas. Es el dirigente con más capacidad de convocatoria en todo el país y al mismo tiempo, en lo específicamente político, es uno de los que tienen mayor imagen negativa. Y sin embargo, hasta hubo algún dirigente clasista que reconoció que sus propias bases quisieran estar en el gremio de los camioneros por la eficiencia en la defensa de los intereses de sus afiliados.

Si el acto de ayer fue una demostración de fuerza, logró su objetivo. Pero es muy difícil trasladar la representación gremial a la política. Lo saben los clasistas, cuyas bases son peronistas, y algunos dirigentes gremiales del centroizquierda antikirchnerista, cuyas bases no votan a sus candidatos sino a Cristina. Pero seguramente el armado de las listas tendrá en cuenta el acto de ayer, que levantó tantos rubores y avemarías en vargallosistas y biempensantes.

domingo, 3 de abril de 2011

El triste regreso de los “democratizadores” de siempre.

Publicado el 3 de Abril de 2011
Por Hernán Brienza

El documento político-mediático opositor es, sobre todo, una operación de demonización del kirchnerismo para convertirlo en la Tercera Tiranía, en una dictadura insoportable. De allí la comparación constante que hacen los medios hegemónicos con el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, una experiencia nacional y popular del mismo cuño pero con un estilo diferente al que intenta imprimirle la presidenta Cristina Fernández a su proceso.


Los democratizadores argentinos siempre me provocaron cierta pavura. En el siglo XIX fueron ellos los que se llenaban la boca hablando de las grandes virtudes democráticas, los que realizaron el primer golpe de Estado en la Argentina contra Manuel Dorrego, a quien después fusilaron salvajemente y sin juicio previo. Durante todo el año 1829, en el que gobernó el golpista Juan Lavalle, se produjeron más muertes que nacimientos, y Federico Rauch, entre otros, se paseaba por la campaña bonaerense degollando caudillos federales, gauchos e indios.
Fueron los mismos que la emprendieron contra la Tiranía de Juan Manuel de Rosas. Y lucharon contra él aliándose con Francia y Gran Bretaña para atacar a su propio país política, económica, cultural y militarmente. La campaña democratizadora concluyó con el Primer Golpe de Estado Internacional de la región, en la que el partido Colorado, los liberales unitarios argentinos, y el Imperio del Brasil, regenteados por Gran Bretaña –los mismos que destrozaron al Paraguay de Francisco Solano López– derrocaron al gobierno legal y legítimo de Rosas.
Fueron los mismos que instauraron la república fraudulenta y oligárquica fundamentada, entre otras cosas, en los fusiles a repetición que acabaron con las montoneras provinciales y los indios. Para dar una muestra de la vocación democrática y consensual de los democratizadores como Bartolomé Mitre vale recordar la tremenda masacre de Cañada de Gómez, en la que el coronel oriental Venancio Flores fusiló a 400 prisioneros en un solo día. Los mismos que diseñaron una institucionalidad donde los presidentes se elegían a dedo, los sufragantes eran llevados a votar por la fuerza. Los mismos, claro, que en 1930 hablaban de la “decadencia de la República y sus instituciones” y soñaban con imponer a través de un golpe de Estado la “democracia fraudulenta” de la Década Infame.
La semana pasada, el historiador radical Luis Alberto Romero escribió en ese sentido un alumbrador artículo en el diario Clarín titulado “El kirchnerismo se mira en el peor espejo del pasado”. Alarmado, el intelectual alfonsinista ve “las libertades amenazadas y el Estado de derecho en cuestión”, y se pregunta “hasta dónde vamos a llegar, y si aún hay más peldaños por descender”. Luego hace una acusación furibunda al peronismo por su “autoritarismo plebiscitario y antirrepublicano (que) emergió plenamente durante su primer gobierno. La lista de estos avances autoritarios sobre los derechos de la sociedad y los individuos ha sido hecha muchas veces, pero no es ocioso recordarla, para mirar el presente en ese espejo. El peronismo descartó el Congreso como lugar de debate. Se deshizo de la Corte Suprema y subordinó al Poder Judicial. Reformó la Constitución para habilitar la reelección presidencial. Concentró el manejo de los medios de prensa; toleró a algunos diarios independientes, pero no dudó en confiscar al más reluctante, La Prensa, entregándolo a la CGT. Disciplinó y uniformizó a todas las organizaciones e instituciones sociales, incluyendo la escuela –donde La razón de mi vida ocupó el lugar de la religión– y las Fuerzas Armadas. Restringió los espacios de expresión de los partidos opositores y creó una sección especial de la Policía para desalentar a quienes quisieran manifestarse públicamente.”
No es mi intención discutir este párrafo, ya de por sí bastante teñido de afirmaciones por lo menos ligeras y descontextualizadas, sino dejar una marca en la forma en que reflexionan los democratizadores, operación cultural que queda al desnudo en los dos próximos párrafos: “Es necesaria una mención especial a algunos episodios donde la violencia subió varios puntos. Una multitud, de la que nadie luego se hizo cargo, incendió en 1953 la Casa del Pueblo, la Casa Radical y el Jockey Club, ante la mirada pasiva de la policía y los bomberos. Algo parecido ocurrió en 1955 con el incendio de varias iglesias católicas. En ambos casos se trató de respuestas reactivas a actos de salvaje violencia de sus opositores: una bomba en una concentración en 1953 y el bombardeo en la plaza de Mayo en 1955. Pero sabemos que el Estado que responde con la violencia en lugar de recurrir a la justicia comete un acto criminal infinitamente mayor.”
Es impresionante. Verdaderamente impresionante cómo el lenguaje supuestamente neutro esconde la complejidad que toda realidad exige. Primero: No hace ningún recuerdo al intento golpista de 1951 –intentona que paranoiquiza a cualquier gobierno con una mirada “militar” sobre la política”–, pero lo más importante es la forma profiláctica en que miente. El gobierno peronista es violento por los actos de “una multitud” que destruye edificios y quema iglesias”, “respuestas reactivas a actos de salvaje violencia de sus opositores”… ¿Cuáles fueron esos actos? La bomba que los comandos civiles integrados por el radicalismo pusieron en el centro de una manifestación peronista en la que fueron masacrados nueve trabajadores. El segundo acto fue el bombardeo de la Plaza de Mayo en el que murieron cerca de 400 personas. ¿No es impresionante cómo opera Romero para que una abominable destrucción arquitectónica resulte más brutal que el asesinato de medio millar de inocentes invisibilizado en su texto?
Los democratizadores volvieron al gobierno después del golpe de Estado y como no podían mantenerse en el poder es que decidieron mantenerse democráticamente fusilando a Juan José Valle y los suyos y proscribiendo al peronismo, para ver si de esa manera, impidiéndole votar a la mitad de la población, lograban democratizar de una vez por todas a este país. Así, el radicalismo, el socialismo, el comunismo y el partido militar intentaron construir una república golpeada que recién concluyó en 1983.
Hace pocos días, Mauricio Macri dijo textualmente: “Estamos viviendo el peor momento de la democracia argentina.” ¿Lo dirá porque no tiene vicejefa de gobierno? ¿Porque su vicejefa prácticamente no va a la Legislatura? ¿Porque no le dejaron golpear negros pobres con la UCEP? ¿Porque no lo dejaron espiar con libertad? ¿Porque no pudo reprimir brutalmente a la inmigración descontrolada del Indoamericano? Pero más allá de la chicana, ¿qué concepto tiene Macri de “democracia”? En mi caso personal creo que la democracia tuvo peores momentos que el actual. Hago un recuento: 1) El levantamiento carapintada de Semana Santa de 1987. 2) El complot de los poderes económicos para derrocar a Raúl Alfonsín 2) El inmoral indulto a los comandantes que nunca se supo bien si fue indulto, amnistía o “bagarto” legal inventado por Carlos Menem. 3) El diputrucho en la sesión de la privatización de Gas del Estado. 4) La Corte con mayoría automática del menemismo. 5) La maldita policía. 6) La sanción de la Ley de Reforma Laboral en contra de los intereses de los trabajadores Banelco mediante. 7) La brutal represión que el radicalismo puso en marcha los días 19 y 20 de diciembre y que concluyó con la muerte de 40 personas. 8) Las muertes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. 9) El desaforado paro campestre que troqueló durante 50 días a la Argentina poniendo a sus principales ciudades al borde del desabastecimiento.
El documento político-mediático opositor presentado días pasados por Ricardo Alfonsín, Mauricio Macri, Eduardo Duhalde, Elisa Carrió, Francisco de Narváez y Felipe Solá no es sólo una profunda y sentida manifestación de preocupación bien intencionada por el futuro de la República y la libertad de expresión. Es, sobre todo, una maniobra similar a la que Romero hizo con el primer peronismo: una operación de demonización del kirchnerismo para convertirlo en la Tercera Tiranía, en una dictadura insoportable (Digresión: De allí la comparación constante que hacen los medios hegemónicos con el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, una experiencia nacional y popular del mismo cuño pero con un estilo diferente al que intenta imprimirle la presidenta Cristina Fernández a su proceso).
¿Por qué pretenden demonizar al kirchnerismo? Sencillo: contra una tiranía es legítima una campaña libertadora de esas a la que son tan afectos los democratizadores en la Argentina. Si es una dictadura, podrán mandarle cartas tranquilos a Barack Obama para que pueda enviar a la OTAN –es una ironía, claro–, o podrán complotar oscuras desestabilizaciones que incluyan muertos en la calle o armar cruzadas tomistas que justifiquen “matar al tirano”.
La democracia argentina no estaba en juego hasta ahora. Ni cuando Clarín no respeta la Ley de Medios Audiovisuales o influye sobre la justicia por el caso de supuesta apropiación de los herederos de Noble ni cuando una comisión interna –más allá de sus motivaciones individuales– toma una medida de fuerza que impide a miles de argentinos desayunar con el diario de viento en la mesa un domingo. La democracia argentina está en peligro justamente de ahora en adelante. Mala cosa es la cosificación del enemigo. Y sobre todo la auto proclamación en guardianes de la democracia. Y sobre todo si están dispuestos a hacerlo porque es el “imperativo” de esta hora.
El documento de la oposición cita el artículo 36 de la Constitución Nacional ¿Sabe usted qué dice? Lea con atención: “Esta Constitución mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán insanablemente nulos… Sus autores serán pasibles de la sanción prevista en el artículo 29, inhabilitados a perpetuidad para ocupar cargos públicos y excluidos de los beneficios del indulto y la conmutación de penas.
Tendrán las mismas sanciones quienes, como consecuencia de estos actos, usurparen funciones previstas para las autoridades de esta Constitución o las de las provincias, los que responderán civil y penalmente de sus actos. Las acciones respectivas serán imprescriptibles. Todos los ciudadanos tienen el derecho de resistencia contra quienes ejecutaren los actos de fuerza enunciados en este artículo. Atentará asimismo contra el sistema democrático quien incurriere en grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento, quedando inhabilitado por el tiempo que las leyes determinen para ocupar cargos o empleos públicos. El Congreso sancionará una ley sobre ética pública para el ejercicio de la función.” Clarísimo: ante una dictadura, los ciudadanos tienen el derecho a la resistencia. La oposición ha encontrado una justificación y una misión.
Al escuchar a los democratizadores de hoy y de siempre, sólo me queda decir como Alejandro Apo: “Tengo miedo, nene, tengo miedo.”

A DARLE MAS FUERTE A LA MILITANCIA

Hola a todos estamos acá de vuelta, molestando de vuelta. Visto y considerando los últimos acontecimientos políticos ocurridos, es de prestarles atención a los mismos.
La situación de fraude en las elecciones de Chubut, perturbo a toda la oposición, ya que no esperaban tal resultado y mucho menos lo que iba a suceder después, con los comicios en la provincia, la gran convocatoria que tuvo la marcha del 24 de marzo, día de la memoria, todo negado por los medios. Negado e ignorado por los mismos, los ataque de nervios de personajes como Grondona que pide la reconciliación a gritos. Claro para no ser culpable como cómplice, de vocero, propagandista y militante activo en los medios a favor de la dictadura militar asesina.
Y por otra parte el ataque sistemático al gobierno, al movimiento obrero y todos los que simpatizan con el modelo.
Clarín y el bloqueo que le sirvió para victimizarse, lo utiliza como herramienta para ocultar la realidad de lo que está pasando. Manda a sus voceros alcahuetes a atacar, y decir cuántas pavadas de les ocurren para agredir al gobierno y confundir mas a la gente.
No serán tiempos fáciles los que se vienen hasta el triunfo de CRISTINA en las elecciones, hay que estar muy atentos a lo que hace la prensa del monopolio, ya que no tienen escrúpulos pare realizar cualquier tipo de tarea en beneficio a los intereses económicos del mismo.
Nosotros solo tenemos un arma, que es salir a militar, a charlar con la gente despejarles sus dudas explicarles la importancia del modelo que se lleva a cabo. Decirles los intereses oscuros que defienden Clarín y sus socios, no temer en apoyar ciertas acciones que realizan los funcionarios del gobierno, y los del movimiento obrero. La oposición nos agrede nos ataca con munición mediana todavía no sacaron a relucir la munición gruesa, pero a medida que lleguemos a la fecha de elecciones la pelea se va a ser más pesada y más aun sabiendo que van a perder y por paliza.
Clarín esta nervioso, y nosotros acompañemos para que se siga empeorando.
Clarín Magneto devuelvan a los nietos
FRATERNALES SALUDOS
Gonzy

Y ARRASANDO…..

Hola amigos, utilizo este título, como a modo de ubicarnos en lo que quiero decir.
Después de conocer los resultados obtenidos en Catamarca y después en Chubut, se diría que el modelo nacional y popular se impondrá por paliza en todo el territorio nacional.
En Catamarca salió un triunfo sorprendente e inesperado, pero legitimo, se gano con lo justo y descoloco muy abruptamente a la oposición dejándola más dividida a lo que estaba.
Pero lo de Chubut es más escandaloso ya que el candidato a Gob. del P.F. esta apadrinado por uno de los que quiere ser candidato a presidente de la Nación, en la interna por el P.F. , vistos los resultados actuales y todas las maniobras de fraude que se realizaron demuestra sus debilidades y su falta de propuesta para gobernar. La gente ya lo ve y cada vez apoya mas este modelo político económico y social, igual no debemos confiarnos en que ya está ganada , ni mucho menos ,la pelea es dura pero vamos bien. FRATERNALES SALUDOS

Mario Gonzales