sábado, 30 de abril de 2011

Péguele a Moyano


Por Luis Bruschtein

Como dice Vargas Llosa, el nivel de barbarie en el que está sumida la Argentina surge de manera ostensible si comparamos que en el mismo día de ayer las masas británicas se convocaron para festejar alegre y civilizadamente una boda en su familia real, en la monarquía que los adorna, mientras que aquí en esta Argentina barbárica se realizaba quizás el acto más grande del Día de los Trabajadores que se haga en Sudamérica.

Y el acto fue encabezado por un ser demonizado por los medios, acusado de piantavotos para la clase media, enemigo del establishment y de los políticos que hacen campaña a su costo. Cualquiera que quiere posar de prócer de la ética sigue el consejo del “péguele a Moyano”. Como dijo el susodicho en su discurso: “Nos vienen a hablar de moral con la bragueta abierta”.

Tanta palabra hueca, tanto desprecio y oportunismo barato, tanta campaña para autoconvencernos de que somos deleznables, termina por generar simpatía por lo que se critica o sea, por esta supuesta barbarie que por primera vez en muchos años incluye en todos los sentidos en vez de excluir, como sucedía cuando Argentina era “civilizada”, en los ’90, en la Década Infame o en la dictadura. Y tanto encarnizamiento con Moyano lleva a pensar también que algo bueno debe tener.

El ensañamiento con Moyano tiene algo del sentido común de una clase media colonizada por una cultura dominante que encuentra siempre sospechosas las formas de participación u organización de los sectores populares. La corrupción nunca está en los directorios de las grandes empresas o de los bancos o los organismos financieros internacionales. Los “investigadores implacables” van siempre tras estas formas de expresión de poder popular. La sospecha recae siempre allí. Hay políticos supuestamente progresistas y otros no tanto que basan toda su carrera en perseguir sindicalistas corruptos, que serían todos menos uno o dos que servirían para desmentir el fondo de la cuestión, que es el antisindicalismo o el antipiqueterismo. Y no se trata de beatificar a Moyano, sino de sacar del medio esa sospecha ignorante que no tiene nada que ver con las luchas por la democratización en el movimiento obrero.

Una columna de trabajadores atravesaba ayer el barrio de San Telmo para llegar a la 9 de Julio. Los vecinos se asomaron para verla pasar y la actitud de estos buenos vecinos era como si estuvieran viendo la caravana del circo con la jaula de los monos. Entonces, uno de los trabajadores les gritó con ironía: “¡Vengan, vengan, que nos pagan cien pesos!”. La ironía del supuesto “mono” fue tomada como literal por los supuestos “civilizados”. Entonces uno se pregunta quién es el mono y quién el civilizado, porque fueron muchos los periodistas de las radios que chachareaban sobre la concentración obrera y aseguraban la desmesura de que a los cientos de miles que estaban en el acto les habían pagado para que fueran.

Todas estas mezquindades también llevan a hablar de la baja calidad del voto de los pobres y otras tilinguerías de mediopelo. Es falsa la discusión de buena fe en la maraña de esa forma de pensar culturalmente subordinada al statu quo que concibe a todos los piqueteros y los gremialistas como corruptos por naturaleza, menos a los dos o tres que simpatizan con ellos. Como si la corrupción estuviera en la naturaleza de las organizaciones sociales y los honestos fueran la excepción. Cualquier forma de organización popular cae bajo sospecha por el mero hecho de serlo. O sea, son corruptas porque son organizaciones sociales.

Seguramente algún biempensante sonreirá con superioridad si lee estas líneas. Y bueno, que arme una lista opositora y desbanque a los gremialistas que según él serían tan odiados por sus bases. Cuando lo intente, verá que no es tan fácil y que tampoco las cosas son tan burdas como las creía.

Por fuera de esta suma de prejuicios y visiones arbitrarias, que solamente tienen consistencia porque están justificadas por un sentido común dominante que cualquier intencionalidad democrática necesita eliminar, hay un debate verdadero en el seno de los movimientos sociales, y del movimiento obrero en particular, que tiene que ver con un proceso necesario de transformación. Ese debate tiene muchos protagonistas, ya sean los sectores clasistas, la CTA, el sector combativo de Moyano, el grupo de los Gordos o la CGT de Barrionuevo.

El sindicalismo argentino tiene dirigentes que se eternizan al frente de sus gremios, que a veces son socios de las patronales a través de empresas tercerizadas o proveedores de salud. Hay manejo displicente de los fondos gremiales, que producen enriquecimientos inexplicables o simplemente enriquecimientos, porque es difícil que un sindicalista se pueda enriquecer. Todo eso demuestra que la estructura sindical necesita reformularse.

Moyano ha sido el más demonizado, a pesar de que no es el peor de la clase. La corriente gremial que representa, la del peronismo combativo, más de una vez se movilizó cuando los demás se replegaban. Así lo señaló Moyano en su discurso ayer, cuando recordó al Grupo de los 25 y la huelga que convocó contra la dictadura, que fue la primera contra los militares. Los gremios combativos fueron también los primeros que se movilizaron contra la dictadura de Onganía y fueron de alguna manera la semilla de la CGT de los Argentinos, de la que algunos de ellos, no todos, formaron parte. No integraron el sector más radicalizado del peronismo, pero en muchas situaciones fueron sus aliados, como Atilio López, el desaparecido vicegobernador de Córdoba y dirigente de la UTA, o el textil Andrés Framini, por solamente nombrar a dos entre muchos. Y es interesante señalar, por ejemplo, que la Juventud Sindical que dirige el hijo menor de Moyano reivindica explícitamente los programas de La Falda y Huerta Grande, con los planteos de los agrupamientos combativos y revolucionarios del gremialismo peronista de la Resistencia. Sin hacer tanta historia, en la época del “voto cuota” durante el menemismo, Moyano puede mostrar que siempre se opuso, al punto de llegar al borde de la fractura de la CGT, al fundar el MTA para desprenderse de la conducción de los sindicalistas menemistas.

La CTA fue más clara sobre esa problemática y sobre otras, ni Moyano ni la corriente que lo impulsa son indiscutibles. Pero tampoco la CTA lo es ni ninguna otra corriente en un debate que se da en forma permanente y que tiene muchas expresiones, como ahora con la discusión por la regulación de las prepagas o la participación de los obreros en las ganancias de las empresas. Estas medidas, que fueron mencionadas también en el discurso de Moyano, junto a otras muy progresivas, son apoyadas por la CGT. Los que se oponen usan la campaña de desprestigio contra Moyano como principal recurso para frenarlas. En una supuesta campaña contra la corrupción ocultan sus intereses mezquinos. Ser juez de la corrupción es más épico que decir que la medicina tiene que ser mercantilista o que, por naturaleza, los trabajadores tienen que compartir las pérdidas, pero nunca las ganancias.

Lo real es que la campaña granmediática de desprestigio contra Moyano ha sido efectiva, más que los esfuerzos antiburocráticos de los pequeños agrupamientos clasistas o las críticas de la CTA. Esa campaña convirtió a Moyano en una paradoja en dos patas. Es el dirigente con más capacidad de convocatoria en todo el país y al mismo tiempo, en lo específicamente político, es uno de los que tienen mayor imagen negativa. Y sin embargo, hasta hubo algún dirigente clasista que reconoció que sus propias bases quisieran estar en el gremio de los camioneros por la eficiencia en la defensa de los intereses de sus afiliados.

Si el acto de ayer fue una demostración de fuerza, logró su objetivo. Pero es muy difícil trasladar la representación gremial a la política. Lo saben los clasistas, cuyas bases son peronistas, y algunos dirigentes gremiales del centroizquierda antikirchnerista, cuyas bases no votan a sus candidatos sino a Cristina. Pero seguramente el armado de las listas tendrá en cuenta el acto de ayer, que levantó tantos rubores y avemarías en vargallosistas y biempensantes.

domingo, 3 de abril de 2011

El triste regreso de los “democratizadores” de siempre.

Publicado el 3 de Abril de 2011
Por Hernán Brienza

El documento político-mediático opositor es, sobre todo, una operación de demonización del kirchnerismo para convertirlo en la Tercera Tiranía, en una dictadura insoportable. De allí la comparación constante que hacen los medios hegemónicos con el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, una experiencia nacional y popular del mismo cuño pero con un estilo diferente al que intenta imprimirle la presidenta Cristina Fernández a su proceso.


Los democratizadores argentinos siempre me provocaron cierta pavura. En el siglo XIX fueron ellos los que se llenaban la boca hablando de las grandes virtudes democráticas, los que realizaron el primer golpe de Estado en la Argentina contra Manuel Dorrego, a quien después fusilaron salvajemente y sin juicio previo. Durante todo el año 1829, en el que gobernó el golpista Juan Lavalle, se produjeron más muertes que nacimientos, y Federico Rauch, entre otros, se paseaba por la campaña bonaerense degollando caudillos federales, gauchos e indios.
Fueron los mismos que la emprendieron contra la Tiranía de Juan Manuel de Rosas. Y lucharon contra él aliándose con Francia y Gran Bretaña para atacar a su propio país política, económica, cultural y militarmente. La campaña democratizadora concluyó con el Primer Golpe de Estado Internacional de la región, en la que el partido Colorado, los liberales unitarios argentinos, y el Imperio del Brasil, regenteados por Gran Bretaña –los mismos que destrozaron al Paraguay de Francisco Solano López– derrocaron al gobierno legal y legítimo de Rosas.
Fueron los mismos que instauraron la república fraudulenta y oligárquica fundamentada, entre otras cosas, en los fusiles a repetición que acabaron con las montoneras provinciales y los indios. Para dar una muestra de la vocación democrática y consensual de los democratizadores como Bartolomé Mitre vale recordar la tremenda masacre de Cañada de Gómez, en la que el coronel oriental Venancio Flores fusiló a 400 prisioneros en un solo día. Los mismos que diseñaron una institucionalidad donde los presidentes se elegían a dedo, los sufragantes eran llevados a votar por la fuerza. Los mismos, claro, que en 1930 hablaban de la “decadencia de la República y sus instituciones” y soñaban con imponer a través de un golpe de Estado la “democracia fraudulenta” de la Década Infame.
La semana pasada, el historiador radical Luis Alberto Romero escribió en ese sentido un alumbrador artículo en el diario Clarín titulado “El kirchnerismo se mira en el peor espejo del pasado”. Alarmado, el intelectual alfonsinista ve “las libertades amenazadas y el Estado de derecho en cuestión”, y se pregunta “hasta dónde vamos a llegar, y si aún hay más peldaños por descender”. Luego hace una acusación furibunda al peronismo por su “autoritarismo plebiscitario y antirrepublicano (que) emergió plenamente durante su primer gobierno. La lista de estos avances autoritarios sobre los derechos de la sociedad y los individuos ha sido hecha muchas veces, pero no es ocioso recordarla, para mirar el presente en ese espejo. El peronismo descartó el Congreso como lugar de debate. Se deshizo de la Corte Suprema y subordinó al Poder Judicial. Reformó la Constitución para habilitar la reelección presidencial. Concentró el manejo de los medios de prensa; toleró a algunos diarios independientes, pero no dudó en confiscar al más reluctante, La Prensa, entregándolo a la CGT. Disciplinó y uniformizó a todas las organizaciones e instituciones sociales, incluyendo la escuela –donde La razón de mi vida ocupó el lugar de la religión– y las Fuerzas Armadas. Restringió los espacios de expresión de los partidos opositores y creó una sección especial de la Policía para desalentar a quienes quisieran manifestarse públicamente.”
No es mi intención discutir este párrafo, ya de por sí bastante teñido de afirmaciones por lo menos ligeras y descontextualizadas, sino dejar una marca en la forma en que reflexionan los democratizadores, operación cultural que queda al desnudo en los dos próximos párrafos: “Es necesaria una mención especial a algunos episodios donde la violencia subió varios puntos. Una multitud, de la que nadie luego se hizo cargo, incendió en 1953 la Casa del Pueblo, la Casa Radical y el Jockey Club, ante la mirada pasiva de la policía y los bomberos. Algo parecido ocurrió en 1955 con el incendio de varias iglesias católicas. En ambos casos se trató de respuestas reactivas a actos de salvaje violencia de sus opositores: una bomba en una concentración en 1953 y el bombardeo en la plaza de Mayo en 1955. Pero sabemos que el Estado que responde con la violencia en lugar de recurrir a la justicia comete un acto criminal infinitamente mayor.”
Es impresionante. Verdaderamente impresionante cómo el lenguaje supuestamente neutro esconde la complejidad que toda realidad exige. Primero: No hace ningún recuerdo al intento golpista de 1951 –intentona que paranoiquiza a cualquier gobierno con una mirada “militar” sobre la política”–, pero lo más importante es la forma profiláctica en que miente. El gobierno peronista es violento por los actos de “una multitud” que destruye edificios y quema iglesias”, “respuestas reactivas a actos de salvaje violencia de sus opositores”… ¿Cuáles fueron esos actos? La bomba que los comandos civiles integrados por el radicalismo pusieron en el centro de una manifestación peronista en la que fueron masacrados nueve trabajadores. El segundo acto fue el bombardeo de la Plaza de Mayo en el que murieron cerca de 400 personas. ¿No es impresionante cómo opera Romero para que una abominable destrucción arquitectónica resulte más brutal que el asesinato de medio millar de inocentes invisibilizado en su texto?
Los democratizadores volvieron al gobierno después del golpe de Estado y como no podían mantenerse en el poder es que decidieron mantenerse democráticamente fusilando a Juan José Valle y los suyos y proscribiendo al peronismo, para ver si de esa manera, impidiéndole votar a la mitad de la población, lograban democratizar de una vez por todas a este país. Así, el radicalismo, el socialismo, el comunismo y el partido militar intentaron construir una república golpeada que recién concluyó en 1983.
Hace pocos días, Mauricio Macri dijo textualmente: “Estamos viviendo el peor momento de la democracia argentina.” ¿Lo dirá porque no tiene vicejefa de gobierno? ¿Porque su vicejefa prácticamente no va a la Legislatura? ¿Porque no le dejaron golpear negros pobres con la UCEP? ¿Porque no lo dejaron espiar con libertad? ¿Porque no pudo reprimir brutalmente a la inmigración descontrolada del Indoamericano? Pero más allá de la chicana, ¿qué concepto tiene Macri de “democracia”? En mi caso personal creo que la democracia tuvo peores momentos que el actual. Hago un recuento: 1) El levantamiento carapintada de Semana Santa de 1987. 2) El complot de los poderes económicos para derrocar a Raúl Alfonsín 2) El inmoral indulto a los comandantes que nunca se supo bien si fue indulto, amnistía o “bagarto” legal inventado por Carlos Menem. 3) El diputrucho en la sesión de la privatización de Gas del Estado. 4) La Corte con mayoría automática del menemismo. 5) La maldita policía. 6) La sanción de la Ley de Reforma Laboral en contra de los intereses de los trabajadores Banelco mediante. 7) La brutal represión que el radicalismo puso en marcha los días 19 y 20 de diciembre y que concluyó con la muerte de 40 personas. 8) Las muertes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. 9) El desaforado paro campestre que troqueló durante 50 días a la Argentina poniendo a sus principales ciudades al borde del desabastecimiento.
El documento político-mediático opositor presentado días pasados por Ricardo Alfonsín, Mauricio Macri, Eduardo Duhalde, Elisa Carrió, Francisco de Narváez y Felipe Solá no es sólo una profunda y sentida manifestación de preocupación bien intencionada por el futuro de la República y la libertad de expresión. Es, sobre todo, una maniobra similar a la que Romero hizo con el primer peronismo: una operación de demonización del kirchnerismo para convertirlo en la Tercera Tiranía, en una dictadura insoportable (Digresión: De allí la comparación constante que hacen los medios hegemónicos con el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, una experiencia nacional y popular del mismo cuño pero con un estilo diferente al que intenta imprimirle la presidenta Cristina Fernández a su proceso).
¿Por qué pretenden demonizar al kirchnerismo? Sencillo: contra una tiranía es legítima una campaña libertadora de esas a la que son tan afectos los democratizadores en la Argentina. Si es una dictadura, podrán mandarle cartas tranquilos a Barack Obama para que pueda enviar a la OTAN –es una ironía, claro–, o podrán complotar oscuras desestabilizaciones que incluyan muertos en la calle o armar cruzadas tomistas que justifiquen “matar al tirano”.
La democracia argentina no estaba en juego hasta ahora. Ni cuando Clarín no respeta la Ley de Medios Audiovisuales o influye sobre la justicia por el caso de supuesta apropiación de los herederos de Noble ni cuando una comisión interna –más allá de sus motivaciones individuales– toma una medida de fuerza que impide a miles de argentinos desayunar con el diario de viento en la mesa un domingo. La democracia argentina está en peligro justamente de ahora en adelante. Mala cosa es la cosificación del enemigo. Y sobre todo la auto proclamación en guardianes de la democracia. Y sobre todo si están dispuestos a hacerlo porque es el “imperativo” de esta hora.
El documento de la oposición cita el artículo 36 de la Constitución Nacional ¿Sabe usted qué dice? Lea con atención: “Esta Constitución mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán insanablemente nulos… Sus autores serán pasibles de la sanción prevista en el artículo 29, inhabilitados a perpetuidad para ocupar cargos públicos y excluidos de los beneficios del indulto y la conmutación de penas.
Tendrán las mismas sanciones quienes, como consecuencia de estos actos, usurparen funciones previstas para las autoridades de esta Constitución o las de las provincias, los que responderán civil y penalmente de sus actos. Las acciones respectivas serán imprescriptibles. Todos los ciudadanos tienen el derecho de resistencia contra quienes ejecutaren los actos de fuerza enunciados en este artículo. Atentará asimismo contra el sistema democrático quien incurriere en grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento, quedando inhabilitado por el tiempo que las leyes determinen para ocupar cargos o empleos públicos. El Congreso sancionará una ley sobre ética pública para el ejercicio de la función.” Clarísimo: ante una dictadura, los ciudadanos tienen el derecho a la resistencia. La oposición ha encontrado una justificación y una misión.
Al escuchar a los democratizadores de hoy y de siempre, sólo me queda decir como Alejandro Apo: “Tengo miedo, nene, tengo miedo.”

A DARLE MAS FUERTE A LA MILITANCIA

Hola a todos estamos acá de vuelta, molestando de vuelta. Visto y considerando los últimos acontecimientos políticos ocurridos, es de prestarles atención a los mismos.
La situación de fraude en las elecciones de Chubut, perturbo a toda la oposición, ya que no esperaban tal resultado y mucho menos lo que iba a suceder después, con los comicios en la provincia, la gran convocatoria que tuvo la marcha del 24 de marzo, día de la memoria, todo negado por los medios. Negado e ignorado por los mismos, los ataque de nervios de personajes como Grondona que pide la reconciliación a gritos. Claro para no ser culpable como cómplice, de vocero, propagandista y militante activo en los medios a favor de la dictadura militar asesina.
Y por otra parte el ataque sistemático al gobierno, al movimiento obrero y todos los que simpatizan con el modelo.
Clarín y el bloqueo que le sirvió para victimizarse, lo utiliza como herramienta para ocultar la realidad de lo que está pasando. Manda a sus voceros alcahuetes a atacar, y decir cuántas pavadas de les ocurren para agredir al gobierno y confundir mas a la gente.
No serán tiempos fáciles los que se vienen hasta el triunfo de CRISTINA en las elecciones, hay que estar muy atentos a lo que hace la prensa del monopolio, ya que no tienen escrúpulos pare realizar cualquier tipo de tarea en beneficio a los intereses económicos del mismo.
Nosotros solo tenemos un arma, que es salir a militar, a charlar con la gente despejarles sus dudas explicarles la importancia del modelo que se lleva a cabo. Decirles los intereses oscuros que defienden Clarín y sus socios, no temer en apoyar ciertas acciones que realizan los funcionarios del gobierno, y los del movimiento obrero. La oposición nos agrede nos ataca con munición mediana todavía no sacaron a relucir la munición gruesa, pero a medida que lleguemos a la fecha de elecciones la pelea se va a ser más pesada y más aun sabiendo que van a perder y por paliza.
Clarín esta nervioso, y nosotros acompañemos para que se siga empeorando.
Clarín Magneto devuelvan a los nietos
FRATERNALES SALUDOS
Gonzy

Y ARRASANDO…..

Hola amigos, utilizo este título, como a modo de ubicarnos en lo que quiero decir.
Después de conocer los resultados obtenidos en Catamarca y después en Chubut, se diría que el modelo nacional y popular se impondrá por paliza en todo el territorio nacional.
En Catamarca salió un triunfo sorprendente e inesperado, pero legitimo, se gano con lo justo y descoloco muy abruptamente a la oposición dejándola más dividida a lo que estaba.
Pero lo de Chubut es más escandaloso ya que el candidato a Gob. del P.F. esta apadrinado por uno de los que quiere ser candidato a presidente de la Nación, en la interna por el P.F. , vistos los resultados actuales y todas las maniobras de fraude que se realizaron demuestra sus debilidades y su falta de propuesta para gobernar. La gente ya lo ve y cada vez apoya mas este modelo político económico y social, igual no debemos confiarnos en que ya está ganada , ni mucho menos ,la pelea es dura pero vamos bien. FRATERNALES SALUDOS

Mario Gonzales

jueves, 6 de mayo de 2010

"La razón populista", según Ernesto Laclau



Las palabras de Laclau son claras, cuando se quiere ridiculizar o defenestrar a un gobierno que actúa y dirige sus políticas para la mayoría, para el pueblo, la derecha se encarga de tildarlo de populista, o, como dice Guillermo O'Donnell, democracia delegativa, poniendo en peligro nuestras "libertades", o la "república", como dice la desquiciada de Carrió. El video dura más de 14 minutos, pero es muy interesante verlo para tener otra mirada de la realidad y otra usina de pensamiento que no es el hegemónico, que no es el neoliberal que hoy está agazapado y maquillado por las mentiras mediáticas y el discurso de estos políticos opositores.

lunes, 3 de mayo de 2010

Un poco más de respeto, de E. Aliverti.

Sí, habría que tener un poco más de respeto por las palabras. Por algunas de ellas, mejor dicho. Y mejor todavía, por lo que connotan.

Estamos en democracia, para empezar por una perogrullada que, sin embargo, alguna gente parece perder de vista con extrema facilidad. Buena, mala, perfeccionada, empeorada, carente de demasiados derechos básicos, avanzando en otros. Pero estamos en democracia. Si en lugar de eso se prefiere hablar de “el régimen”, “sistema burgués”, “fantochada institucionalista”, “partidocracia”, “monarquía constitucional” u otros términos de vitupero, es legítimo pero hay que buscarle la vuelta a que se los puede vociferar sin problemas. Nadie va preso (apenas la segunda recordación primaria, ya apuntada por algunos colegas, y uno comienza a cansarse). También es atendible que esa prerrogativa, la libre expresión, no alcanza para vivir como se debería. Lo semantizó Anatole France: “Todos los pobres tienen derecho a morirse de hambre bajo los puentes de París”. Expresarse en libertad puede entonces no tener resultados prácticos, para quienes no comen ni se curan ni se educan con el decir lo que se quiera. Si además se afina la puntería para meterse con la libertad de prensa, por aquello de que todo ciudadano tiene derecho a publicar sus ideas sin censura previa, resulta que hay que contar con la prensa propia. Y en consecuencia pasamos a hablar de la propiedad de los medios de producción. Lo cual es igualmente legítimo, desde ya, pero con el riesgo de que se convierta en teoricismo si acaso no es cotejable con la época y circunstancias que se viven. Veámoslo a través del absurdo: si siempre es igual, democracia y dictadura también son iguales. En este punto el cansancio por las obviedades se incrementa. Y uno se pregunta si no se lo preguntan quienes sí viven de poder expresarse libremente por la prensa, pero para referirse al momento argentino como si continuáramos en plena dictadura.

Mataron a mucha gente acá. Picanearon, violaron, nos mandaron a una guerra inconcebible, robaron bebés, desaparecieron a miles, tiraron cadáveres al mar y adormecidos también, electrificaron embarazadas, regaron el país de campos de concentración, torturaron padres delante de los hijos. Se chuparon a más de cien periodistas acá. Si hasta parece una boludez recordar que estaban prohibidos Serrat y la negra Sosa, que las tres Fuerzas se repartieron las radios y los canales, que inhibieron textos sobre la cuba electrolítica, que en el ‘78 estaba vedado por memorándum criticar el estilo de juego de la Selección Argentina de fútbol. ¿Nos pasó todo eso y por unos afiches de mierda y una escenografía de juicio vienen a decirnos que esto es una dictadura? ¿Pero qué carajo les pasa? ¿Dónde están viviendo? ¿Cómo puede faltársele así el respeto a la tragedia más grande de la Argentina? Acá lo cepillaron a Rodolfo Walsh, ¿y hay el tupé de ir a llorar miedo al Congreso? Faltaría ir al Arzobispado. Si bendijo a los milicos, seguro que también puede dar una mano ahora que se viene el fin del mundo con el matrimonio gay.

Uno entiende que pasaron algunas cosas, nada más que algunas por más significativas que fueren, capaces de suscitar que sea muy complejo trabajar de periodista en los medios del poder. Lo de las jubilaciones estatizadas, lo de la mano en el bolsillo del “campo”, lo de la ley de medios audiovisuales y la afectación del negociado del fútbol de Primera. Ahora bien, ¿la contradicción aumentada entre cómo se piensa y dónde se trabaja justifica las sobreactuaciones? Es decir: puede pensarse que en verdad algunos dicen lo que pensaron toda la vida, y que otros quedaron presos de la dinámica furiosa de la patronal. Pero, ¿decir que estamos o vamos hacia una dictadura? ¿Que si esto sigue así puede haber un muerto? ¿Hace falta construir ese delirio para congraciarse? En todo el país, si es cuestión de propiedad mediática y de programas y prensa influyentes, bastan y casi sobran los dedos de ambas manos para contar los espacios que –con mayor o menor pensamiento crítico– apoyan al Gobierno. La mayoría aplastante de lo que se ve, lee y escucha es un coro de puteadas contra el oficialismo como nunca jamás se vio. La oposición es publicada y emitida en cadena, a toda hora. ¿Qué clase de dictadura es ésa? Ese libre albedrío, muy lejos de ser mérito adjudicable al kirchnerismo, ocurrió igualmente con Alfonsín, la rata, De la Rúa, Duhalde. Lo que no había sucedido es esta cuasi unanimidad confrontadora salvo por los últimos tiempos del líder radical, a quien por derecha se le cuestionaban sus vacilaciones y por izquierda también. Contra Menem recién cargaron en su segundo lustro, después de que completó el trabajo. La Alianza se caía por su propio peso. Con el Padrino pegar era gratis, porque el país ya había estallado. Pero en el actual, que después de todo es simplemente un gobierno más decidido que el resto en cierta intervención del Estado contra el mercado y en el perjuicio a símbolos muy preciados de la clase dominante, ¿qué tan de jodido pasa como para hablar de una dictadura? ¿Será que basta con tocar unos intereses para edificar en el llano la idea de que pueden empezar a matar? ¿Los Kirchner son Videla, Massera, Suárez Mason? Por favor, tienen que aclararlo porque de lo contrario hay uno de dos problemas. O se lo creen en serio y, por tanto, se toma nota de que desvarían. O saben que es una falsedad sobre la que se montan para condolerse y entonces se anota que está bien. Que no se justifica pero se entiende. Que quedaron tras las rejas de los medios en que laboran. Ojalá sea lo segundo, por aquello de que un tonto es más peligroso que un mal bicho.

Se cometieron varias estupideces en forma reciente. Se le dio mucho pasto a la manada, se perpetraron injusticias con colegas que no se lo merecen, se agredió a los que precisamente buscan victimizarse. Eso no es hacer política. Es jugar a la política. La diferencia entre una cosa y la otra es que cuando se ejecuta lo primero es bien medida la correlación de fuerzas. A quiénes se beneficia, cuánto se puede tensar la cuerda en la dialéctica entre condiciones objetivas y subjetivas; cómo no sufrir un boomerang, en definitiva, y si se produce cuánto de fuerte son las espaldas para sortearlo. En cambio, si se juega a la política todo eso es lo que importa un pito antes que nada, con el agravante de que las consecuencias las paga un arco mucho más amplio que el de quienes formularon la chiquilinada.

De ahí a que se tomen de esos yerros para hablar de peligro de muertos, de sensación de asfixia dictatorial, de avanzada totalitaria, media una distancia cuya enormidad causa vergüenza ajena de apenas pensarla. No es algo que no pudiera preverse. Como lo dijo allá por los ’80 César Jaroslavsky, otro sabio sólo que de comité pero muy ducho en transas y arremetidas: te atacan como partido político, y se defienden con la libertad de prensa.

Se sabe que es así. Pero igual uno ya está harto de los hartos que se hartaron ahora.

AHORA BIEN, HAY QUE TENER MEMORIA, MIEDO TAMBIÉN SE TENÍA EN LOS 90, CUANDO SE ECHABA GENTE TODOS LOS DÍAS, CUANDO LA INESTABILIDAD LABORAL ERA MONEDA CORRIENTE, Y ESTOS TIPOS ME VIENEN HABLAR DE MIEDO, DE DICTADURA. OH CASUALIDAD, QUE CUANDO EXISTE UN GOBIERNO QUE TOCA INTERESES QUE EL ESTABLISMENT CREE INALIENABLES SON GOBIERNOS POPULISTAS, FACISTAS, QUE ATENTAN CONTRA LAS LIBERTADES. HAY QUE SER PELOTUDO PARA CREERLES A GRONDONA, MORALES SOLA Y LOS DEMAS, QUE CALLARON Y FUERON COMPLICES DE LA MÁS ABERRANTE DICTADURA QUE HEMOS SUFRIDO. SÓLO SON NEXOS DE INTERESES ECONÓMICOS QUE NO QUIEREN PERDER SUS PRIVILEGIOS, Y ESO, CREO, MUCHOS LO SABEMOS.

lunes, 12 de abril de 2010

El mito del mercado libre


Deberíamos enterrar de una vez por todas el concepto de ‘fundamentalismo del mercado libre’. En este debate no hay fundamentalistas del mercado libre. Lo que hay son conservadores que quisieran que nos creyéramos que sus normas equivalen al natural funcionamiento del mercado. Los progresistas no deberíamos ponérselo tan fácil.

Durante el último cuarto de siglo, los progresistas no han dejado de lanzar diatribas contra el “fundamentalismo del mercado libre”. Su principal queja se refiere a que los conservadores (léase Macri, De Narváez) quieren eliminar el sector público y dejarlo todos en manos del mercado. Pero este planteamiento es un completo disparate.

La derecha tiene tanto interés como los progresistas en que el sector público se implique en la economía. La diferencia radica en que los conservadores quieren que el sector público intervenga de un modo que redistribuya el ingreso en provecho de los más pudientes. La otra diferencia está en que la derecha es lo suficientemente lista como para ocultar estas intervenciones, tratando de que parezca que las estructuras que redistribuyen el ingreso hacia los de arriba no son más que el resultado del funcionamiento natural del mercado.
Los progresistas estamos favoreciendo la causa de los miembros de la derecha cuando les acusamos de ser unos “fundamentalistas del mercado”, dando por buena la idea de que los conservadores efectivamente desean una estructuración de la economía de acuerdo con su estado natural.

La confusión provocada por esta guerra erróneamente encauzada contra el fundamentalismo del mercado sobre el diseño de las políticas públicas es aún más grave que el daño político que provoca. Los progresistas no tenemos que ver al sector público como el instrumento para modificar los resultados del mercado. Lo que tenemos que entender es que, al igual que nuestros oponentes conservadores, debemos buscar formas de estructurar las normas que regulan el mercado para que los mercados produzcan resultados deseables desde una perspectiva progresista.

El rescate del sector financiero en la crisis del año pasado ha constituido la más obvia intervención reciente del sector público para redistribuir el ingreso hacia los más ricos.

La desregulación también aumenta la rentabilidad, y nada tiene que ver con el libre mercado. En otras palabras, lo que el sector financiero quiere es que la administración pública les proporcione “garantías” a través del Banco Central y políticas económicas acordes para seguir con su timba financiera.

La idea de que un “mercado libre” permite que algunas personas se conviertan en inmensamente ricas y es la causa de que otras sean pobres o estén en una situación financieramente expuesta es un disparate. La distribución del ingreso está determinada por políticas públicas que favorecen a ciertos grupos y perjudican seriamente a otros. Si los progresistas aceptamos las estructuras que los conservadores han institucionalizado como algo llamado “mercado libre” y luego tratamos de utilizar los impuestos y las políticas de transferencia de recursos para reconducir las desigualdades, entonces nosotros mismos nos habremos metido en un callejón sin salida.

En lugar de esto, debemos centrarnos en modificar las reglas que redistribuyen el ingreso a favor de los más pudientes. Hay distintas formas de reestructurar los mercados. Debemos ser al menos tan oportunistas y creativos como la derecha en la elaboración de normas que a la vez produzcan resultados eficientes y conduzcan a mejores distribuciones en el ingreso.

Ahí estará la lucha en estos años.

martes, 6 de abril de 2010

Reflexiones de un fin de semana largo.


El fin de semana pasado aproveché para leer muchas cosas.
Todos saben que filosóficamente y políticamente soy peronista, y eso que no provengo de una familia tal ya que mi viejo no lo era y mi vieja tampoco lo es, y siempre trato de pensar en lo que mejor se podría hacer para llegar a una situación en la que la gente más empobrecida tenga un mejor nivel de vida o, por lo menos, alcanzar niveles de educación más incluyentes de den la posibilidad de movilidad social (que existía en una Argentina no muy lejana), para aquellos que hoy están sumergidos en los más bajos niveles de pobreza.
Ahora bien, hagamos un poco de historia, en el año 2001, la crisis financiera provocada por el modelo de la convertibilidad, nos abre una nueva perspectiva. La crisis de clase media por la pelea por sus depósitos (ya que más del 50% de la población estaba excluida y no tenía acceso al sistema bancario), provoca una paradoja, ¿puede un país estar en crisis cuando sólo las clases que más tienen pierden lo que tienen?, porque las cacerolas en Capital Federal fueron más noticia que los chicos que se morían de hambre, porque la inflación, la devualación complicó la economía, pero para aquellos que son pobres esto sólo es una mala noticia, porque sólo tienen que sobrevivir el día a día y no comprar divisas para pagar préstamos o viajar al exterior.
Ahora bien, en el 2003, con un país un poco más estabilizado, llega Kirchner a la presidencia, con el cual comienza a darse otras clases de políticas, aunque, a fuerza de reconocer la verdad, no profundizan tanto como muchos quisiéramos, pero hay que ser justos, y hasta hoy día, se hizo mucho más que los nefastos años anteriores, a modo de ejemplo, se construyeron muchas escuelas, el presupuesto educativo por primera vez en la historia llega al 6% del PBI, se reformularon los planes sociales, el desempleo ha descendido a niveles muy bajos, y, que después de la crisis mundial por el despilfarro capitalista, no hayamos tenido una crisis profunda que nos llevara a viejas recetas de ajuste o confiscación de ahorro.
Pero, el gobierno comenzó a tener importantes conflictos con ciertos grupos económicos. Hasta el 2003 o 2004 las políticas se fijaban con acuerdo de ciertos grupos económicos dominantes, sobre todo a las empresas agroexportadoras y sus conveniencias, ahora, cuando se empezó a confrontar con los mismos, aparecieron los medios que pertenecen a estos Holdings (sumado a la bienvenida ley de medios), distorsionando las noticias que llegan a la gente, sobre todo en el conflicto por la 125, la ley que ponía retenciones mayores a las exportaciones de soja, donde nunca se plantearon las ideas de fondo (otro error estratégico de este gobierno en lo comunicacional), porque habría que haber sostenido que esas retenciones se las aplicaban a los pooles de siembre que exportan millones, y no al pobre chacarero que aún hoy en día se encuentra con la noticia que su situación tampoco cambió, todavía me da naúseas ver a estos tipos con sus 4x4 cortando rutas, lo cuales seguramente en las mesas de sus estancias o casas hablaban y hablan de los “piqueteros de mierda” que cortan las calles y no trabajan.
Otro punto a favor es la estatización de empresas, en el pasado estatales, que funcionaban bien, y que ese neoliberalismo se las llevó, con la complicidad de miles de argentinos, porque tenemos que recordar que el fin de una empresa es brindar servicio, y que ese servicio es un medio para llegar a la ganancia, lo cual es bastante jodido tener que depender de estas empresas para tener que prender el gas, hablar por teléfono, siendo una iniciativa primordial para los intereses del país ponerlas en manos de una administración estatal eficiente, porque las telefónicas hacen lo que quieren, nos cobran lo que quieren y nos brindan un servicio carísimo para las prestaciones que hacen.
Para ir terminando, hagamos una reflexión sobre el tema de las reservas, se supone que pagar parte de la deuda nos beneficiaría bastante, primero, porque tenemos la plata y no pagar significa más intereses, lo cual nos lleva a endeudarnos más y más, o ¿acaso la oposición está en contra del pago?, me causa risa que Carrio, Menem, Morales ahora asuman posturas revolucionarias, o será que hay gato encerrado, porque sus propuestas hasta ahora no las escuché explícitamente.
Estoy en un montón de cosas contra los Kirchner (como su falta de profundización, por no presentar aún una nueva ley de entidades financieras, por no hacer una reforma impositiva progresista), pero reconozco que después de mucho tiempo tengo esperanza, porque laboralmente la gente está un poco mejor, porque se puso en la agenda política temas que son del interés real de país, no los de algunas empresas, por eso, ver a quienes hoy conforman la oposición me hace reafirmar mis pensamientos, ya que representan a modelos anteriores y que tenemos que luchar para que no triunfen, porque sería retroceder en un montón de pasos dados y, que quienes gobiernen de acá en más, sean o no los Kirchner, pongan los huevos en la mesa y profundicen el modelo, y no creo que sean los innombrables que hoy sólo ponen palos en la rueda y esconden los intereses que defienden, que nunca serán los de los trabajadores y desposeídos de la Argentina.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Señales Populares


por Norberto Galasso

El escenario político argentino muestra hoy una nueva embestida desestabilizadora orquestada por la oposición con apoyatura externa. En los hechos -más allá de los discursos- se ha generado una nueva Unión Democrática que puja por atrasar el reloj de la historia. La reunión parlamentaria del último 3 de diciembre fue una clara expresión de este connubio: el oficialismo, primera minoría, quedaba subordinada al frente constituido por casi todo el resto de la oposición. Es decir, varias minorías, casi todas sin programa, otras con pasados impresentables, otras impulsadas por el oportunismo, se juntan para mostrarse como mayoría, con posibilidad de quórum propio y presidencia de comisiones. Es como si dijéramos que en un campeonato de fútbol el equipo que está en punta no es el primero porque la suma de puntos de todos los restantes lo supera ampliamente.

¿Qué razón los convoca para unificarse, para practicar lo que el viejo Yrigoyen impugnaba como «contubernio»? ¿Acaso algún proyecto de liberación o de cambio social? No lo tienen ni les importa, sólo quieren interrumpir la experiencia kirchnerista, destituir a la Presidenta o impedirle gobernar. Quienes desconocen la historia se sorprenden, seguramente, pero esto ocurrió siempre: derechas, centros e izquierdas del campo antinacional limaron sus diferencias coyunturales para enfrentar al movimiento nacional y popular en 1930, 1945, 1955 y 1973.

Con respecto a la participación de la llamada izquierda -y también del llamado «progresismo»- en estos contubernios, algunos han señalado que ello obedecía a que se trataba de agrupaciones sin obreros y que de la ausencia de ese cable a tierra provenía su insólita conciliación con la derecha, explicación que es válida, en algunos casos. Cooke, por su parte, sostuvo: «(en el 45) No es que la izquierda hiciera crisis: es que era una parte de la superestructura política del imperialismo y saltó junto con los demás pedazos de esa superestructura», y de ahí su desencuentro con las masas populares. Esto se verifica hoy, cuando asistimos al diálogo amabilísimo de algunos de sus dirigentes con personeros del imperialismo -«pero si apenas no acordamos en uno o dos temas», dirá el mismo personaje que en el 55 operaba de «comando civil»-.

Quizás en esta nueva Unión Democrática -como también ocurrió en las anteriores- resulte un acto de justicia distinguir entre aquellos que tienen clara conciencia restauradora, añorando volver al gobierno de los grandes poderes económicos internos y externos bajo la máscara de un De la Rúa, de aquellos otros cuya inexperiencia y debilidad ideológica los llevan a perjudicar a los mismos que dicen querer representar. Pero la historia se hace con hechos y no con intenciones. Son los hechos de ese día 3 -que fue un ensayo- lo que se reitera ahora profundizado y agravado con motivo del conflicto suscitado por la aplicación de reservas al Fondo del Bicentenario y la rebelión del presidente del Banco Central.

Esta concertación de los opositores ha adquirido rasgos claramente golpistas basándose en que el vicepresidente de la nación se ha definido como hombre de ellos, por lo cual bastaría un exitoso juicio político contra la Presidenta para interrumpir la experiencia kirchnerista y acabar con los avances nacionales y populares que se han ido concretando.

Por ello, tres dirigentes de peso han coincidido en avanzar hacia esa dirección: Juez, Carrió y Solanas. Carrió, que pregona la catástrofe para luego presentarse como un «Chapulín Colorado» que recomienda piadosamente serenidad al pueblo pues el enemigo «no cuenta con su astucia», y el señor Juez, que ha ocupado un lugar político repitiendo los chistes de la revista Hortensia leídos años atrás, han hablado, en medio del conflicto, de que «la transgresión a las instituciones» por parte de la Presidenta ha sido tal que «justifica el juicio político». A su vez, Solanas y dirigentes de su Proyecto Sur, han iniciado una demanda penal contra la Presidenta, creando condiciones para una citación a indagatoria que devendría en el camino hacia el juicio político (hemos tenido suerte que la jueza Sarmiento no estaba en ese despacho). Estos políticos no intentaron antes el juicio político contra presidentes que tenían sobrados méritos para ello como De La Rúa, Menem e incluso Alfonsín al paralizar la investigación de la deuda externa, y asimismo contra todo el Congreso que ha dejado dormir en el sótano la documentación del juez Ballesteros acerca de autopréstamos e irregularidades en el endeudamiento. Pero ahora han salido a defender la independencia del Banco Central respecto al Poder Ejecutivo, lo cual significa la dependencia respecto a los poderes financieros internacionales. Coincidentemente se manifestó Pinedo -haciendo honor a su apellido- del mismo modo que el PJ disidente también ha recurrido a la Justicia, como asimismo Magnetto ha visitado amablemente al presidente de la Corte y los senadores, respetuosos de la división de poderes, han ido a presionar a tres jueces de la Corte. Todo en nombre de las instituciones, porque como se sabe las instituciones deben ser respetadas cuando le dan a la oposición los mecanismos para trabar la acción de un gobierno con vocación nacional y popular y en caso contrario pueden no ser respetadas, pues nadie duda que todos estos legisladores fueron cómplices de la proscripción del peronismo durante 18 años, de ofrecerles ministros a los gobiernos de facto o gran cantidad de intendentes a la dictadura genocida del 76. Vaya si son importantes las instituciones... según convenga.

Por supuesto, para completar el carácter de Unión Democrática de nuevo tipo no bastaba el apoyo de «Clarín» con buena parte de sus acciones en poder del capital financiero yanqui. Era necesario, además, que un diplomático del imperialismo se anticipara a señalar que «hay inseguridad jurídica en la Argentina» y que un juez norteamericano diera curso a un pedido de embargo sobre nuestras reservas. Braden sabía mucho de estas cosas, pero le resultaba más difícil, en el 45, porque no estaba Cobos en aquellos tiempos, como siempre recuerda con sonrisa maléfica cierto comunicador social cuando se babea con los directivos de la Sociedad Rural. También Menem salió a la palestra a decir lo suyo y un prestigioso estudio jurídico contencioso administrativo, en la línea de Dromi, se puso a las órdenes de Martín Redrado con mucho entusiasmo.

Una vez más, las fuerzas que se autotitulan democráticas juegan la carta antidemocrática. Antes lo hacían con los fierros de los cuarteles, ahora, como ha dicho alguien, con «los fierros de los medios de comunicación», siempre en un abanico que va desde derechas, con clara conciencia de la defensa de sus privilegios, hasta supuestas izquierdas que les hacen el juego. De ahí la necesidad de que los sectores populares articulen sus fuerzas, multipliquen su militancia, den la batalla ideológica y se movilicen contra estos proyectos reaccionarios. No a principios del 2011, sino desde ahora. Ya mismo.

Alguien que sabía de estas cosas, nos dio un consejo de este tipo: «No hay que darles ni un tantito así de posibilidades». Una vez más, enfrente están los sectores populares, la CGT, los movimientos sociales, Carta Abierta, la pequeña y mediana industria, el cooperativismo, la militancia expresada en diversas agrupaciones, periodistas comprometidos con el pueblo y algunos políticos honestos, con los cuales se podrá disentir en algunas ideas, pero que se han negado a la maniobra destituyente, desde Heller y Sabbatella hasta Raimundi y unos pocos más, como así también radicales K, socialistas K, y las Madres de Plaza de Mayo.

http://tintoychoripan.blogspot.com/2010/03/senales-populares-norberto-galasso.html

jueves, 11 de marzo de 2010

SOY SIMPLEMENTE PERONISTA... de Luis Gotte

Soy simplemente peronista!.

No estoy dentro o formo parte de facciones mezquinas, de la contra-derecha u oficial-izquierda, emergentes de estos últimos años. Se acuerdan de las advertencias que nos hacía el Gral. sobre las heterodoxias...?

Soy simplemente peronista, uno de tantos que ha comprendido el pensamiento intimo de uno de los hombres más preclaros que ha dado el S.XX en América toda.

No peco de soberbia, tan sólo me he tomado el tiempo de leer a Perón, sumado a la experiencia de varios años en tareas sociales (ad honorem). Una forma de unificar la teoría y la práctica en PRAXIS. Una forma de comprender y aprender los tiempos modernos en que nos toca vivir para cabalgarlo con nuestra propia montura, la del peronismo legado.

Soy simplemente peronista, al que tan solo le inquieta las maneras en que han desvirtuado la Doctrina y los Principios y Valores que el Gral. toma para una Conducción Política en la construcción de una Comunidad Organizada, cuya finalidad ultima, cristiana y humanista, es vivir con Justicia Social.

Justicia Social que desconocen en su definición peronista. Hoy, la entienden como una herramienta para prebendas políticas y el mantenimiento del propio clientelismo 'urnista'.

Soy simplemente un peronista que está convencido que esto no es peronismo. Y que seria bueno, como les dijo el Gral. hace muchos años, que aquellos que no sean peronistas se saquen la camiseta y formen su propio partido político.

No es tan difícil pensar el PERONISMO como una corriente de PENSAMIENTO que trata de superar los errores y horrores de la doctrina liberal-marxista, por eso lo de TERCERA POSICIÓN.

Soy simplemente peronista, porque superamos los conceptos de lucha de clase, relaciones de producción, modelo de producción, burgués-proletario etc.; meros conceptos ideológicos-políticos creados por aquellas ideologías que han fracasado por anteponer la teoría y luego al Hombre. El peronismo parte del hombre mismo, con minúscula, para llegar luego a la teoría (con nuestras propias definiciones).

Los conceptos de ARMONÍA, EQUILIBRIO Y PROPORCIÓN -que parten de la filosofía griega- y, de acuerdo a la Sociología, Organización y Economía peronista (producto de la experiencia personal del Gral. Perón, de los filósofos griegos, del humanismo y de la Doctrina Social de la Iglesia) permitirá el emerger de aquella COMUNIDAD ORGANIZADA, pero para ello, hay que adoctrinar, crear MÍSTICA y de ese modo lograr consolidar lo que una ves supimos ser: una NACIÓN JUSTA, LIBRE Y SOBERANA.

Soy peronista, porque mientras la Revolución Francesa gritaba libertad, igualdad y fraternidad; el peronismo propuso LIBERTAD, JUSTICIA Y SOLIDARIDAD.

Mi trabajo doctrinario es arduo y serio, honesto y comprometido, porque será mi legado para las siguientes generaciones, y así aprendan el peronismo sin desvirtuaciones, heterodoxias, zonceras y engaños.

No pego, critico.

Por todo ello militamos, pensamos, luchamos, para construir esa Patria Grande que soñamos todos.